Violencia mortal
Cuando terminó la 2ª. Guerra Mundial en 1945, la humanidad celebró con júbilo el magno acontecimiento, con la ingenua idea de que comenzaría un periodo de paz en toda la Tierra. Entre 50 y 75 millones de víctimas mortales había sido el precio de semejante contienda, producto de la descabellada paranoia de Adolfo Hitler, líder de la Alemania Nazi. Después de los famosos juicios de Núremberg a los criminales de guerra, las naciones beligerantes iniciaron la etapa de su reconstrucción y cicatrización de las graves heridas sufridas en su infraestructura física y social. Sin embargo, la división de territorios en Europa, particularmente de la propia Alemania, condujo a la llamada “Guerra Fría” entre las dos nuevas potencias del orbe, los Estados Unidos de América y la ex Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS).
El cese al fuego entre naciones quedó anclado a mediados del siglo pasado, pero desde entonces, como venía sucediendo cíclicamente a través de los siglos hasta la ocurrencia de la 1ª y 2ª Guerras Mundiales, las guerras intestinas no han desaparecido, como sucedió con la desaparición de Yugoeslavia y la consecuente aparición de seis países: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia; en el caso de la antigua Checoslovaquia surgieron la República Checa y Eslovaquia, y que decir de la propia URSS, cuya desintegración dio lugar a la constitución de ¡14 naciones! Hasta por un pequeño territorio dos países entraron en guerra, Argentina e Inglaterra, en la famosa “Guerra de las Islas Malvinas”. Más recientemente hemos sido testigos a distancia de los movimientos armados de la “Primavera Árabe”, observados en los países del Medio Oriente: Túnez, Libia, Egipto, Líbano, Siria y Yemen. De todos esos conflictos no existen cifras oficiales de defunciones y menos de personas heridas.
En el presente siglo la organización paramilitar Al Qaeda, cuyo líder en ese momento era Osama Bin Laden, destruyó el 11 de septiembre del 2001, las dos Torres Gemelas de la Ciudad de Nueva York, en un acto de terrorismo sin precedentes en los Estados Unidos de América, acción que llevó a la muerte a más de 3 mil personas. Surgió, además, una nueva amenaza, el Estado Islámico de Irak y el Levante, <ISIS por sus siglas en inglés>, el cual extendió sus acciones en Siria. Dicha organización es la “madre” de todos los actos de terrorismo que han causado multitud de víctimas inocentes, principalmente en Europa.
Pero los actos de violencia que no son propios de actos de guerra o de terrorismo, pero que causan centenares de miles de víctimas en todas las naciones se han visto incrementados en el siglo XXI. Se estima que en el año 2012 ocurrieron 475 mil homicidios en el mundo, de ellos 60% eran varones de 15 a 44 años de edad, de lo cual resulta que el homicidio es la tercera causa de muerte en ese grupo etario. Cobra singular importancia que la Región de las Américas registra la tasa más elevada, con 28.5 homicidios por cada 100 mil habitantes. Los diez países con las tasas más altas de homicidios en el mundo están en Latinoamérica y el Caribe. En orden decreciente se sitúan de la siguiente manera: Honduras, Venezuela, Colombia, Belice, Guatemala, Jamaica, Trinidad y Tobago, Brasil y República Dominicana. Es muy probable que nuestro país observe una tasa aproximada al 20.0 homicidios por cada 100 mil habitantes al término del 2017, de acuerdo a Santiago Roel, director del Semáforo Delictivo; sirven para ello las estimaciones de Alejandro Hope, quien considera que la cifra de homicidios podría oscilar entre las 26,389 víctimas y 30 mil, en números redondos. Estoy de acuerdo en que las muertes representan una fracción de la carga sanitaria y social que se deriva de la violencia; aquellas son el producto de múltiples causas, pero lo más preocupante es la disposición sin control de armas de fuego y la carencia de valores que tienen como eje central el respeto a la vida humana. 2017 amenaza con ser el año más violento en México. La violencia se extiende por todo el país como una gran epidemia y es una grave amenaza para la paz y seguridad de los ciudadanos. ¿Cómo enfrentar semejante problema?
El cese al fuego entre naciones quedó anclado a mediados del siglo pasado, pero desde entonces, como venía sucediendo cíclicamente a través de los siglos hasta la ocurrencia de la 1ª y 2ª Guerras Mundiales, las guerras intestinas no han desaparecido, como sucedió con la desaparición de Yugoeslavia y la consecuente aparición de seis países: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia; en el caso de la antigua Checoslovaquia surgieron la República Checa y Eslovaquia, y que decir de la propia URSS, cuya desintegración dio lugar a la constitución de ¡14 naciones! Hasta por un pequeño territorio dos países entraron en guerra, Argentina e Inglaterra, en la famosa “Guerra de las Islas Malvinas”. Más recientemente hemos sido testigos a distancia de los movimientos armados de la “Primavera Árabe”, observados en los países del Medio Oriente: Túnez, Libia, Egipto, Líbano, Siria y Yemen. De todos esos conflictos no existen cifras oficiales de defunciones y menos de personas heridas.
En el presente siglo la organización paramilitar Al Qaeda, cuyo líder en ese momento era Osama Bin Laden, destruyó el 11 de septiembre del 2001, las dos Torres Gemelas de la Ciudad de Nueva York, en un acto de terrorismo sin precedentes en los Estados Unidos de América, acción que llevó a la muerte a más de 3 mil personas. Surgió, además, una nueva amenaza, el Estado Islámico de Irak y el Levante, <ISIS por sus siglas en inglés>, el cual extendió sus acciones en Siria. Dicha organización es la “madre” de todos los actos de terrorismo que han causado multitud de víctimas inocentes, principalmente en Europa.
Pero los actos de violencia que no son propios de actos de guerra o de terrorismo, pero que causan centenares de miles de víctimas en todas las naciones se han visto incrementados en el siglo XXI. Se estima que en el año 2012 ocurrieron 475 mil homicidios en el mundo, de ellos 60% eran varones de 15 a 44 años de edad, de lo cual resulta que el homicidio es la tercera causa de muerte en ese grupo etario. Cobra singular importancia que la Región de las Américas registra la tasa más elevada, con 28.5 homicidios por cada 100 mil habitantes. Los diez países con las tasas más altas de homicidios en el mundo están en Latinoamérica y el Caribe. En orden decreciente se sitúan de la siguiente manera: Honduras, Venezuela, Colombia, Belice, Guatemala, Jamaica, Trinidad y Tobago, Brasil y República Dominicana. Es muy probable que nuestro país observe una tasa aproximada al 20.0 homicidios por cada 100 mil habitantes al término del 2017, de acuerdo a Santiago Roel, director del Semáforo Delictivo; sirven para ello las estimaciones de Alejandro Hope, quien considera que la cifra de homicidios podría oscilar entre las 26,389 víctimas y 30 mil, en números redondos. Estoy de acuerdo en que las muertes representan una fracción de la carga sanitaria y social que se deriva de la violencia; aquellas son el producto de múltiples causas, pero lo más preocupante es la disposición sin control de armas de fuego y la carencia de valores que tienen como eje central el respeto a la vida humana. 2017 amenaza con ser el año más violento en México. La violencia se extiende por todo el país como una gran epidemia y es una grave amenaza para la paz y seguridad de los ciudadanos. ¿Cómo enfrentar semejante problema?
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