Salud para todos
El próximo 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud. Justo se cumplirán 70 años del nacimiento de la OMS, organismo de las Naciones Unidas cuya lema en el 2018 es “La salud para todos”, visión, desde su creación y, para este aniversario tan especial el tema central, que ya se ha dado a conocer en los 194 países o estados miembros es el de “Cobertura Sanitaria Universal para todas las personas, en cualquier lugar”; objetivo que está aún muy lejos de lograrse si tomamos en cuenta que alrededor del 50% de la población del planeta no puede acceder a los servicios de salud que precisa. La propia OMS ha sentenciado que si los países quieren alcanzar la meta de los Objetivos de Desarrollo Sustentable, ODS, mil millones más de personas deberán de verse beneficiadas de la Cobertura Sanitaria Universal de aquí al año 2023. ¿Cómo aspirar a semejante meta si se estimó en 815 millones el número de personas que padecían hambre en el mundo en el 2016? ¿Cómo esperar que la humanidad alcance los objetivos planteados para que se cumplan a más tardar en el 2030? ¿Será posible que los acuerdos establecidos en el 2015 por los ministros de salud de todas las naciones durante la Asamblea Mundial celebrada en la Ciudad de Ginebra, Suiza, hayan sido cobijados por la voluntad política de sus respectivas autoridades, ¿Para que reciban el respaldo que requieren a lo largo de los próximos tres lustros a partir del último año señalado?
No será nada fácil alcanzar la Cobertura Sanitaria Universal ni mucho menos los ODS, porque el ritmo de crecimiento y desarrollo de los estados miembros es muy asimétrico. El desafío es enorme para aquellos países con una enorme población o con una ancestral pobreza, y peor aún si cursan con ambas situaciones. En ellos habitan precisamente los desposeídos de casi todo a lo que tienen derecho los que viven en los países desarrollados. Considérense a la mayoría de las naciones de África y Asia, y en menor medida a las del continente americano y el Caribe, con excepción de Canadá y los Estados Unidos. Inclúyase a nuestro país, el que por su macroeconomía se haya ubicado entre los primeros 15 del orbe, pero al igual que sucede con la India y con Brasil, al interior de cada uno de ellos existe una terrible y devastadora realidad social y económica, una gran divergencia regional, cuyos indicadores son ostensiblemente desalentadores. Por ejemplo, en México no hay punto de comparación en cuanto al grado de desarrollo alcanzado por los estados del norte del país, con los del centro y menos aún con los del sureste. Ya lo he señalado en varios artículos de esta columna: nuestro país ocupa uno de los últimos lugares entre los 34 integrantes de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE.
Salud para todos es un viejo anhelo, por el que han luchado los salubristas de todo el mundo. Se plasmó en los compromisos de la famosa y ya muy lejana Conferencia Internacional de Alma Ata, ex Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, URSS, celebrada en 1978, cuya declaración hizo énfasis en la Atención Primaria de Salud, cimiento y columna vertebral para extender la cobertura sanitaria y de esa manera hacer efectivo el derecho al grado máximo de salud que se pueda lograr; ello significa garantizar que todas las personas, en cualquier lugar, puedan acceder a servicios de salud esenciales y de calidad, sin tener que pasar por apuros económicos, es decir sin que se afecte su bolsillo. De acuerdo a la declaración del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS <que vino a sustituir a la connotada Dra. Margareth Chang> “El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica y social”.
En México es indispensable que se fortalezca y se consolide el programa de protección social en salud, conocido como “Seguro Popular” y que se brinde vigilancia estricta al manejo de su presupuesto; así mismo, que se otorgue a la atención primaria a la salud el mayor de los apoyos en infraestructura, conservación y mantenimiento, recursos humanos y todos los insumos que se programan en el gasto corriente. ¿Algo más?
No será nada fácil alcanzar la Cobertura Sanitaria Universal ni mucho menos los ODS, porque el ritmo de crecimiento y desarrollo de los estados miembros es muy asimétrico. El desafío es enorme para aquellos países con una enorme población o con una ancestral pobreza, y peor aún si cursan con ambas situaciones. En ellos habitan precisamente los desposeídos de casi todo a lo que tienen derecho los que viven en los países desarrollados. Considérense a la mayoría de las naciones de África y Asia, y en menor medida a las del continente americano y el Caribe, con excepción de Canadá y los Estados Unidos. Inclúyase a nuestro país, el que por su macroeconomía se haya ubicado entre los primeros 15 del orbe, pero al igual que sucede con la India y con Brasil, al interior de cada uno de ellos existe una terrible y devastadora realidad social y económica, una gran divergencia regional, cuyos indicadores son ostensiblemente desalentadores. Por ejemplo, en México no hay punto de comparación en cuanto al grado de desarrollo alcanzado por los estados del norte del país, con los del centro y menos aún con los del sureste. Ya lo he señalado en varios artículos de esta columna: nuestro país ocupa uno de los últimos lugares entre los 34 integrantes de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE.
Salud para todos es un viejo anhelo, por el que han luchado los salubristas de todo el mundo. Se plasmó en los compromisos de la famosa y ya muy lejana Conferencia Internacional de Alma Ata, ex Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, URSS, celebrada en 1978, cuya declaración hizo énfasis en la Atención Primaria de Salud, cimiento y columna vertebral para extender la cobertura sanitaria y de esa manera hacer efectivo el derecho al grado máximo de salud que se pueda lograr; ello significa garantizar que todas las personas, en cualquier lugar, puedan acceder a servicios de salud esenciales y de calidad, sin tener que pasar por apuros económicos, es decir sin que se afecte su bolsillo. De acuerdo a la declaración del Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS <que vino a sustituir a la connotada Dra. Margareth Chang> “El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica y social”.
En México es indispensable que se fortalezca y se consolide el programa de protección social en salud, conocido como “Seguro Popular” y que se brinde vigilancia estricta al manejo de su presupuesto; así mismo, que se otorgue a la atención primaria a la salud el mayor de los apoyos en infraestructura, conservación y mantenimiento, recursos humanos y todos los insumos que se programan en el gasto corriente. ¿Algo más?
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