Los placeres de la vida

“Me dicen que debo hacer ejercicio para adelgazar, que alrededor de los 50 son muy peligrosos la grasa y el cigarro, que hay que conservar la figura y dar la batalla al tiempo, a la vejez. Expertos bien intencionados y médicos amigos me recomiendan dietas y sistemas para prolongar la vida unos años más; lo agradezco de todo corazón, pero me rio de tan vagas recetas y tan escaso amor. La muerte también ríe de todas esas cosas. La única recomendación que considero seriamente es la de buscar mujer joven para la cama, porque a estas alturas la juventud solo puede llegarnos por contagio…”, palabras textuales de quien comenzó a estudiar Medicina, pero terminó siendo un reconocido poeta y político: Jaime Sabines, oriundo del hermano Estado de Chiapas y que falleció en la Ciudad de México el 19 de marzo de 1999. El pensamiento lo recibí en un corto video, vía WhatsApp, en el que aparece Sabines y luego de dar lectura a aquel, el público presente lo ovaciona por lo último que expresó, cuyo análisis da para mucho que discutir, pero lo dicho por el poeta deja una cosa bien clara, la trascendencia del sexo y sus milagros, especialmente en las personas maduras. No por nada la vox pópuli señala que cuando se tiene un nuevo amor con persona más joven, deviene en un “segundo aire para la vida”; otros dicen “le volvió la juventud”. En este momento recuerdo a mi estimado amigo, el Dr. Jaime Manuel Calderón Guzmán, quien con frecuencia hacía énfasis en que “el mejor ejercicio es el sexo”, cuando escuchaba una discusión acerca de las virtudes de practicar asiduamente un deporte.

Esta forma de manifestarse de don Jaime Sabines me hizo recordar también una extraordinaria conferencia a la que invitó la entonces presidenta del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del Estado hace más de dos décadas, teniendo como sede la llamada casa oficial. A cielo abierto, los asistentes escuchamos con deleite al magnífico disertante, quien hizo una alocución acerca del placer como introducción al tema central, relacionado con las adicciones; y en esa entrada nos habló de lo que nos conduce a los humanos a una gran satisfacción y a sentirnos atraídos para continuar con el disfrute de lo que nos hace sentir bien y que inclusive rebasa las sensaciones normales en varios de nuestros sentidos, llevándonos a lo sublime, al éxtasis; que nos lleva a la necesidad imperiosa de seguir experimentando ese estado tan especial, sin importar que como contraparte nos pueda causar un daño físico, mental o social. Con ello, quiso el conferencista justificar de algún modo el enorme atractivo que tienen las drogas ilícitas, dado que quienes las consumen refieren sentir invariablemente un gran placer, por lo que no están dispuestos a cancelar de súbito su uso.

Y es que, si recordamos todo aquello que causa placer a los humanos, resulta que la mayoría cultivamos, por así decirlo, no uno sino varios de los siguientes goces o placeres: el de comer <los carnívoros hablan del “placer de la carne” y existe la expresión popular que “al hombre se le conquista por el estómago”>; de beber, a tal grado que a manera de ejemplo, en nuestro Estado se dice que el mezcal es “la bebida de los dioses”; de fumar, a pesar de que las cajetillas presenten fotografías y leyendas dirigidas a la prevención del tabaquismo; de dormir, independientemente de la siesta vespertina; de practicar un determinado deporte <de ahí el título del libro: “El placer de correr”>, particularmente aquellos que se clasifican como extremos: automovilismo, paracaidismo, motociclismo, alpinismo, rappel, buceo, lidia de toros, etc. También producen placer la docencia, la investigación, viajar, convivir o socializar y de manera negativa hay quienes sienten placer al asesinar o delinquir.

Finalmente, las relaciones sexuales son uno de los placeres más extraordinarios. Cuál no será su importancia que durante gran parte de nuestra existencia ocupan un lugar preponderante en el diario vivir. El vulgo ha difundido la idea de que los amores prohibidos son todavía más placenteros y son causa de adicción. Sugiero que como medida de salud pública siempre se tome en cuenta la frase “nada con exceso, todo con moderación”.

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