Día Mundial de la Hipertensión arterial “El asesino silencioso”
Tener sobrepeso o estar obeso, fumar cigarrillos sin control alguno, ser asiduo a las bebidas alcohólicas y mantener una vida sedentaria, son cuatro de las condiciones perfectas para que un individuo sea hipertenso. Podrían agregarse otras más, como el antecedente familiar de la enfermedad, padecer diabetes mellitus, vivir en un estado de estrés crónico, consumir en demasía sal, café y refrescos de cola. En sus inicios, esta enfermedad es silenciosa, pero el día menos pensado la presión arterial elevada conducirá a que el paciente comience a sufrir la clásica sintomatología de la hipertensión: dolor de cabeza, vértigo, zumbido de oídos, visión borrosa, sensación de ver manchas como moscas y hemorragia nasal. Como lo común es que el paciente curse con hipertensión durante un tiempo prolongado, se le ha incluido entre las llamadas enfermedades crónico degenerativas.
En el ínterin de su descubrimiento los órganos sufren daños, que se expresan por dificultad para respirar, dolor en el “pecho”, trastornos visuales o de la sensibilidad; lo más grave es que ocurra un infarto del miocardio o un accidente cerebrovascular. La posibilidad de estar frente a este último es experimentada por el paciente con sensación de vértigo, trastornos de la visión, signos de parálisis y trastornos del estado de conciencia, lo que se traduce como una emergencia desencadenada por el estado hipertensivo que puede causar daño cerebral, a los ojos o al corazón. La presión normal es de 120/80 milímetros de mercurio <mmHg>; se considera hipertensión con 140/90, pero cuando ocurre una severa crisis hipertensiva los valores pueden superar los 230/130 mmHg, lo que obliga a una intervención inmediata, de preferencia en un hospital. El estrés que se produce en una crisis de esa envergadura altera todavía más la presión arterial, por lo que además de controlar la hipertensión al paciente se le tiene que atender su estado emocional. En síntesis, esta enfermedad incrementa la posibilidad de sufrir insuficiencia cardiaca, enfermedad renal o muerte prematura por infarto al miocardio o por un accidente vascular cerebral. La gravedad es tal que el 54% de las defunciones en México tienen como causa las enfermedades cardiovasculares, de acuerdo a la Asociación Nacional de Cardiólogos al Servicio de los Trabajadores del Estado. Al respecto, se estima que en el año 2030, un total de 23.6 millones de personas morirán por esta causa en el mundo.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y el segundo en adultos. El problema está presente en la población escolar, escolar, adolescente y en los adultos. Según la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud de Medio Camino 2016, uno de cada tres adolescentes de entre 12 y 19 años presenta sobrepeso u obesidad, y en los adultos se registra una prevalencia del 70%; además, el 25.5% de los adultos mexicanos padece hipertensión. El primer problema tiene un origen multifactorial, pero destacan principalmente los malos hábitos en la alimentación, y otro factor que impacta significativamente en los niños y adultos mexicanos, es la vida sedentaria. Es cierto que la diabetes mellitus es la enfermedad que más relevancia alcanza en nuestra población como resultado del sobrepeso u obesidad, pero también la hipertensión arterial, como consecuencia de los efectos sistémicos en el organismo, no puede, ni debe olvidarse. Las personas con diabetes son el grupo de mayor riesgo de presentar hipertensión arterial; más del 80% de quienes padecen aquella tienen hipertensión. Su asociación con esta multiplica el riesgo de sufrir un accidente vascular cerebral.
Con motivo del Día Mundial de la Hipertensión Arterial, celebrada el 17 de mayo, es importante hacer énfasis en las medidas preventivas que hay que aplicar en nuestra vida diaria: una dieta adecuada, reducida en sal, la pérdida del exceso de peso y el ejercicio físico de manera habitual, son fundamentales para el control de la tensión arterial y de la diabetes. Además, eliminar el tabaquismo y moderar la ingesta de bebidas alcohólicas.
En el ínterin de su descubrimiento los órganos sufren daños, que se expresan por dificultad para respirar, dolor en el “pecho”, trastornos visuales o de la sensibilidad; lo más grave es que ocurra un infarto del miocardio o un accidente cerebrovascular. La posibilidad de estar frente a este último es experimentada por el paciente con sensación de vértigo, trastornos de la visión, signos de parálisis y trastornos del estado de conciencia, lo que se traduce como una emergencia desencadenada por el estado hipertensivo que puede causar daño cerebral, a los ojos o al corazón. La presión normal es de 120/80 milímetros de mercurio <mmHg>; se considera hipertensión con 140/90, pero cuando ocurre una severa crisis hipertensiva los valores pueden superar los 230/130 mmHg, lo que obliga a una intervención inmediata, de preferencia en un hospital. El estrés que se produce en una crisis de esa envergadura altera todavía más la presión arterial, por lo que además de controlar la hipertensión al paciente se le tiene que atender su estado emocional. En síntesis, esta enfermedad incrementa la posibilidad de sufrir insuficiencia cardiaca, enfermedad renal o muerte prematura por infarto al miocardio o por un accidente vascular cerebral. La gravedad es tal que el 54% de las defunciones en México tienen como causa las enfermedades cardiovasculares, de acuerdo a la Asociación Nacional de Cardiólogos al Servicio de los Trabajadores del Estado. Al respecto, se estima que en el año 2030, un total de 23.6 millones de personas morirán por esta causa en el mundo.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y el segundo en adultos. El problema está presente en la población escolar, escolar, adolescente y en los adultos. Según la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud de Medio Camino 2016, uno de cada tres adolescentes de entre 12 y 19 años presenta sobrepeso u obesidad, y en los adultos se registra una prevalencia del 70%; además, el 25.5% de los adultos mexicanos padece hipertensión. El primer problema tiene un origen multifactorial, pero destacan principalmente los malos hábitos en la alimentación, y otro factor que impacta significativamente en los niños y adultos mexicanos, es la vida sedentaria. Es cierto que la diabetes mellitus es la enfermedad que más relevancia alcanza en nuestra población como resultado del sobrepeso u obesidad, pero también la hipertensión arterial, como consecuencia de los efectos sistémicos en el organismo, no puede, ni debe olvidarse. Las personas con diabetes son el grupo de mayor riesgo de presentar hipertensión arterial; más del 80% de quienes padecen aquella tienen hipertensión. Su asociación con esta multiplica el riesgo de sufrir un accidente vascular cerebral.
Con motivo del Día Mundial de la Hipertensión Arterial, celebrada el 17 de mayo, es importante hacer énfasis en las medidas preventivas que hay que aplicar en nuestra vida diaria: una dieta adecuada, reducida en sal, la pérdida del exceso de peso y el ejercicio físico de manera habitual, son fundamentales para el control de la tensión arterial y de la diabetes. Además, eliminar el tabaquismo y moderar la ingesta de bebidas alcohólicas.
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