El tema migratorio en el pasado debate

En el segundo debate entre los candidatos a la presidencia de la República, desarrollado en la ciudad de Tijuana el domingo 20 de mayo, los cuatro prospectos abordaron el tema de la situación de los migrantes bajo diversas perspectivas y ofrecieron sus propuestas para una posible solución al problema que representa el flujo de mexicanos hacia los Estados Unidos de América, y el traslado constante de personas procedentes de varios países de Centroamérica, sobre todo de Guatemala, Honduras y El Salvador, sin dejar de lado a los que se atreven a transitar por esos lares pero que vienen de otros continentes, todos con el mismo objetivo: alcanzar el famoso “sueño americano”.

Prevaleció entre los candidatos el lado humano, la parte sensible en cuanto al trato que debiera y debe brindársele a los migrantes, sean connacionales o extranjeros. Se habló que se exigirá, por los cauces formales de la diplomacia, un trato digno para quienes prácticamente ya residen de manera permanente en el país vecino, pero que continúan en condición de indocumentados; se puso especial énfasis en los llamados “dreamers”, y se señaló que se insistirá en la inaceptable disolución de las familias, como actualmente ocurre con la deportación de padres o madres de familia, dejando a la deriva a sus hijos en esa nación y también se habló de un mejor trato para quienes atraviesan el país desde la frontera sur.

La situación real es que los norteamericanos, con Donald Trump y su gobierno, no quieren que sigan arribando a su país más migrantes, sean o no mexicanos. Hay buenos y malos ciudadanos entre ellos, y en algunos estados de la Unión Americana estos últimos o sus descendientes se han convertido en una verdadera pesadilla, ya sea por sus nexos con la delincuencia, por formar parte de bandas de vándalos, o por transitar en calidad de vagabundos y vivir como indigentes; en fin, por haberse convertido en una especie de basura y amenaza latente de la sociedad. Sin embargo, seguimos exportando cientos de coterráneos a los Estados Unidos, los que a pesar de todas las medidas adoptadas por el gobierno de este último para evitarlo, la realidad es que finalmente cruzan la frontera a la hora que quieren. ¿Por qué se van?, lo sabemos, no existen fuentes de empleo suficientes y bien remuneradas en nuestro país, no están dadas las condiciones sociales ni económicas para evitar su expulsión y no encuentran ningún atractivo para quedarse, así de simple.

En contrapartida, en México hemos sido muy laxos con los migrantes que atraviesan con suma facilidad nuestra frontera sur, tanto, que hasta las “patronas” se hicieron famosas por apoyarlos con agua y alimentos al paso del ferrocarril llamado “La bestia”, y por existir en varias entidades casas de asistencia en donde se les proporciona techo, abrigo y alimentos, además de ayuda espiritual. Se ha impuesto, en nuestro caso, nuestro patrón cultural y religioso de ayuda al prójimo, porque vemos en los migrantes un espejo de lo que sucede con los mexicanos que día a día se atreven a cruzar la frontera hacía los Estados Unidos. Es decir, nos conduelen las condiciones miserables de aquellos a quienes les decimos “hermanos”.

En sentido inverso, nuestro sistema de control migratorio es un desastre, en el que coexisten toda clase de delitos en contra de los migrantes que provienen de Centroamérica; la corrupción tiene un plus en la frontera sur y en los estados del sureste mexicano, donde cada día las personas, hombres, mujeres y niños son sometidos a toda serie de atrocidades, y si confiáramos en las cifras del Instituto Nacional de Migración, nos sentiríamos satisfechos de que porcentualmente son pocos los que logran colarse para atreverse a cruzar a los Estados Unidos o de plano para quedarse en nuestro territorio. Tenemos, en síntesis, que abatir la expulsión de connacionales, y resolver un problema de seguridad nacional para frenar el tránsito de migrantes provenientes de Centroamérica. Recordemos que tenemos un elevado nivel de pobreza, sobrepoblación, desempleo y una gran variedad de lacras ya conocidas. Las propuestas de los presidenciables se quedaron muy cortas y son superficiales.

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