Dr. Jesús Kumate: un médico excepcional
El siete de mayo falleció a los 93 años de edad, el insigne médico mexicano Don Jesús Kumate Rodríguez, quien fue originario de la ciudad de Mazatlán, Sinaloa. Tratar de sintetizar su vastísimo curriculum es francamente imposible en un espacio como el que ocupa esta columna; amables lectores, les sugiero consultar su biografía en Google, el impresionante motor de búsqueda de información en Internet. Un corto recorrido por unos cuantos párrafos insertos en sus brillantes mensajes o comentarios, permite ofrecernos una idea de la enorme dimensión alcanzada en el siglo XX y parte del presente, por uno de los médicos más destacados de nuestro país.
En relación a su vocación por la medicina, expresó: “Decía Octavio Paz que la vocación es algo misterioso, pero yo creo que es como un don... en mi caso, la salud y la enfermedad me interesaron desde chico, y cuando tuve noción de lo que era la carrera, para mí no hubo duda de que si yo pudiera estudiar, sería médico”, y como sentía una gran curiosidad por conocer la naturaleza de las cosas, agregó: "El elemento básico de la investigación es la curiosidad... sin curiosidad no se puede hacer investigación, entonces no habría progreso, pues no le heredamos nada a la generación siguiente”, de ahí que gran parte de su vida profesional se dedicara a ese campo, alcanzando el grado de Investigador Nacional Nivel III.
Consciente de la importancia de ocupar un puesto en el gobierno señaló: "En México, las enfermedades infecto-contagiosas han sido como un azote milenario de nuestra población. Por decir algo, a principios del siglo XX, más de la mitad moría antes de los quince años por enfermedades infecciosas; todavía en 1940 había dos millones de enfermos de paludismo, cinco mil niños morían antes de los cinco años por sarampión, tosferina, tétanos, difteria, diarreas y enfermedades del pulmón; entonces, esta situación era la preocupación constante de los médicos"; y tiempo después diría que “La oportunidad de ser un funcionario público en México es la de servir, porque hay la posibilidad de hacer campañas que redunden en un beneficio importante para la salud de todo el pueblo, pero enfocado particularmente en la población vulnerable; como en los naufragios, mujeres y niños primero, y los niños principalmente, porque es posible que con vacunas evitemos enfermedades y muertes innecesarias. Es decir, en la actualidad nadie debe morir de sarampión, nadie debe padecer poliomielitis, tétanos, tosferina o difteria. La tuberculosis debe abatirse inmediatamente, lo mismo la meningitis y hepatitis. Entonces, ésta es una oportunidad única en la historia de México para que los funcionarios que hemos estado en posición de decidir o de influir en estas decisiones, tengan efecto sobre la salud y el desarrollo de los niños." Lo que dijo lo llevó a la práctica cuando fue director del Hospital Infantil de México, luego subsecretario y secretario de Salud del país. A él se debe el programa nacional de vacunación.
A los jóvenes médicos residentes les recomendó: “El siglo XXI será pleno de planteamientos bioéticos, entre otros: eutanasia asistida, clonación, terapia génica, uso de células troncales embrionarias, aborto “parcial”, “actualización” del Código Helsinki, manipulación del reloj biológico, entre otros. Consejos personales que pueden ser útiles: suscribirse a The Lancet, releer los libros canónicos de su convicción religiosa, El Quijote, Hamlet, El mercader de Venecia, La guerra y la paz; y agregó: Hago votos para que durante su ejercicio profesional, como R. Hutchinson, no prefiera el conocimiento a la sabiduría , la ciencia sobre el arte, la astucia al sentido común, no considere a sus enfermos como casos, nunca prescriba medicamentos más agresivos que la enfermedad, y al término de una larga y exitosa actuación pueda afirmar como William Osler: “…he cultivado cierta ecuanimidad que me ha permitido aceptar los éxitos sin orgullo y el cariño de mis amigos con naturalidad…y puedo decir que durante mi vida no abrigué temores, no ame las sombras, no torcí la verdad y no toleré engaños”. Los salubristas oaxaqueños siempre lo recordaremos.
En relación a su vocación por la medicina, expresó: “Decía Octavio Paz que la vocación es algo misterioso, pero yo creo que es como un don... en mi caso, la salud y la enfermedad me interesaron desde chico, y cuando tuve noción de lo que era la carrera, para mí no hubo duda de que si yo pudiera estudiar, sería médico”, y como sentía una gran curiosidad por conocer la naturaleza de las cosas, agregó: "El elemento básico de la investigación es la curiosidad... sin curiosidad no se puede hacer investigación, entonces no habría progreso, pues no le heredamos nada a la generación siguiente”, de ahí que gran parte de su vida profesional se dedicara a ese campo, alcanzando el grado de Investigador Nacional Nivel III.
Consciente de la importancia de ocupar un puesto en el gobierno señaló: "En México, las enfermedades infecto-contagiosas han sido como un azote milenario de nuestra población. Por decir algo, a principios del siglo XX, más de la mitad moría antes de los quince años por enfermedades infecciosas; todavía en 1940 había dos millones de enfermos de paludismo, cinco mil niños morían antes de los cinco años por sarampión, tosferina, tétanos, difteria, diarreas y enfermedades del pulmón; entonces, esta situación era la preocupación constante de los médicos"; y tiempo después diría que “La oportunidad de ser un funcionario público en México es la de servir, porque hay la posibilidad de hacer campañas que redunden en un beneficio importante para la salud de todo el pueblo, pero enfocado particularmente en la población vulnerable; como en los naufragios, mujeres y niños primero, y los niños principalmente, porque es posible que con vacunas evitemos enfermedades y muertes innecesarias. Es decir, en la actualidad nadie debe morir de sarampión, nadie debe padecer poliomielitis, tétanos, tosferina o difteria. La tuberculosis debe abatirse inmediatamente, lo mismo la meningitis y hepatitis. Entonces, ésta es una oportunidad única en la historia de México para que los funcionarios que hemos estado en posición de decidir o de influir en estas decisiones, tengan efecto sobre la salud y el desarrollo de los niños." Lo que dijo lo llevó a la práctica cuando fue director del Hospital Infantil de México, luego subsecretario y secretario de Salud del país. A él se debe el programa nacional de vacunación.
A los jóvenes médicos residentes les recomendó: “El siglo XXI será pleno de planteamientos bioéticos, entre otros: eutanasia asistida, clonación, terapia génica, uso de células troncales embrionarias, aborto “parcial”, “actualización” del Código Helsinki, manipulación del reloj biológico, entre otros. Consejos personales que pueden ser útiles: suscribirse a The Lancet, releer los libros canónicos de su convicción religiosa, El Quijote, Hamlet, El mercader de Venecia, La guerra y la paz; y agregó: Hago votos para que durante su ejercicio profesional, como R. Hutchinson, no prefiera el conocimiento a la sabiduría , la ciencia sobre el arte, la astucia al sentido común, no considere a sus enfermos como casos, nunca prescriba medicamentos más agresivos que la enfermedad, y al término de una larga y exitosa actuación pueda afirmar como William Osler: “…he cultivado cierta ecuanimidad que me ha permitido aceptar los éxitos sin orgullo y el cariño de mis amigos con naturalidad…y puedo decir que durante mi vida no abrigué temores, no ame las sombras, no torcí la verdad y no toleré engaños”. Los salubristas oaxaqueños siempre lo recordaremos.
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