Carne de pollo, su consumo en el mundo.

Desde tiempos que se desconocen, la humanidad ha consumido carne y huevos de aves de corral, independientemente de sus diversas culturas, tradiciones y religiones. Ese consumo se fue incrementando, aunque no precisamente de manera paralela al crecimiento poblacional, y en las últimas décadas el aumento ha sido rápido y constante, atribuyéndose además, a la urbanización y a la mejoría en los ingresos en los países en desarrollo. Como lo mencioné en mi artículo del sábado 19 de enero, la producción de carne de pollo ha rebasado a la de la carne vacuna, situándose por detrás de la producción de carne de cerdo, que todavía domina el mercado mundial. El pollo es asequible, su contenido es bajo en grasa y por lo general no se enfrenta a restricciones religiosas y culturales; su consumo per cápita es ligeramente superior en los países desarrollados y existe evidencia científica de que su carne y huevos contribuyen a la nutrición de los seres humanos, pues le proporcionan proteínas de alta calidad además de ácidos grasos deseables. De hecho dichos alimentos se consideran la principal fuente de proteína animal, seguido del cerdo. En el área rural de los países en desarrollo, en la mayoría de los hogares se crían y se consumen aves autóctonas así como sus huevos, aunque estos son de menor tamaño que los de las gallinas de granja de producción intensiva.

Es importante agregar que además de la carne y los huevos, el estiércol que se produce en la avicultura es un subproducto valioso, ya sea que se venda o se aplique directamente a los cultivos por los agricultores. Otros subproductos que se pueden vender son las plumas, y las cáscaras de huevo se pueden utilizar para alimentar a otros animales de granja, como sucede con los cerdos. La OCDE y la FAO pronosticaron un incremento del consumo de carne avícola para el año 2024 que sería de 133 millones de toneladas, cifra superior a los 111 millones registrados en el 2015. La misma FAO ha informado que el consumo de carne avícola en el mundo se elevó de 11 kg por persona en el año 2000 a poco más de 15 kg en la actualidad. Destaca, entre los países con mayor desarrollo, que en los Estados Unidos de América el promedio de consumo de pollo por persona en el 2016 se estimó en 48.4 kg, mientras que en México se situó en 25.9 kg en el 2014; según la OCDE, se prevé que la demanda en nuestro país aumentará un 20% hacia el 2025. Sin embargo, la producción de pollo en México no ha tenido un ritmo de crecimiento apropiado en relación a la demanda, por lo que un 20% de esta ha tenido que atenderse importando del país vecino, como ocurrió en el 2016 cuando se adquirieron 780 mil toneladas de pollo, de las cuales la mitad fue a base de piernas y muslos. Se proyecta que para el 2030 será la primera fuente de proteína cárnica de los mexicanos.

En otro comparativo, entre el año 2000 y el 2030 se estima que la demanda per cápita de carne de aves de corral crecerá un 271% en Asia Meridional, 116% en Europa Oriental y Asia Central, 97% en Oriente Medio y África del Norte y 91% en Asia Oriental y el Pacífico. Un ejemplo de lo que sucede en otros países lo es el de Canadá, pues en este existe la percepción de que la carne de pollo tiene menos grasa y por lo mismo es más sana; ello ha originado un aumento en los giros de comida rápida que ofrecen un amplio menú con base en carne de pollo.

Por lo que respecta al huevo su consumo mundial per cápita casi se ha duplicado desde principios de 1960 y el incremento más notable se ha observado en Asia y América Latina. Es muy probable que el mayor precio de la carne de res garantizará que la del pollo continué siendo la fuente más económica de proteína animal, seguida de la carne de cerdo. De lo dicho en los tres artículos en los que he abordado el tema del consumo de alimentos de origen animal, puedo concluir que las necesidades de alimento de una población mundial, que llegará a rebasar los 9 mil millones de habitantes, obliga a continuar con el sacrificio de millones de especies marinas, cerdos, reses y pollo, con el apoyo de los avances tecnológicos que permiten su reproducción masiva a niveles fantásticos jamás vistos en la historia del mayor depredador de nuestro planeta. Esto será irreversible hasta el fin de la especie humana.

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