Mentes imperfectas.
En noviembre del 2018 el Instituto Nacional de Salud Pública puso a la venta varios libros de reciente edición. Dos de ellos atrajeron mi atención de inmediato, leí rápidamente la síntesis de cada uno que aparece en la contraportada, aprecié que su contenido era relevante y sin más los adquirí. Resulta que los autores son los mismos, Eduardo Lazcano y Gregorio Katz, ambos son médicos, el primero es especialista en Medicina Familiar con maestría y doctorado en Epidemiología y el segundo es especialista en Psiquiatría; los dos están reconocidos como investigadores en nuestro país. Sus libros son de una corta extensión, muy amenos, “amigables”, se dice ahora, y los textos se acompañan de espectaculares imágenes a color, lo que facilita y complementa la comprensión de los temas que muy amenamente se abordan. Uno de ellos se titula “Los olvidados con mentalidad imperfecta”. De este último me impresionó que los autores consideran que … “en nuestro país no existe un protocolo o un modelo específico de atención, ajustado y uniformizado para niños con retraso mental y no hay una práctica médica basada en la evidencia científica; no existe un modelo homogéneo nacional de buenas prácticas en su abordaje terapéutico, lo cual impide tener un impacto en las mejores prácticas de prevención, rehabilitación y cohesión social en presencia de problemas de desarrollo infantil temprano”, lo cual trae como consecuencia que un porcentaje desconocido hasta ahora, de niños con “retraso mental”, de los casi dos millones de individuos que se encuentran en México en esa situación, se etiqueten en calidad de “olvidados” por su familia y por la sociedad.
Cuando leí esas líneas, pensé que era cosa del pasado la carencia de un tratamiento integral para los niños con ese diagnóstico. Sabía que tanto en el área rural como en la urbana los padres de familia ocultaban, de algún modo, al hijo o hija que manifestara algún tipo de retraso mental y que no era raro conocer que se llegaba al grado de mantenerlos atados de un pie para evitar su deambulación en la vivienda o fuera de ella. Niños con discapacidades psicomotoras de diversa índole eran objeto de malos tratos y de todo tipo de atrocidades, por ejemplo los que nacieron con parálisis cerebral infantil, con síndrome de Down o con clara evidencia de mentalidad imperfecta. Sin embargo, es de admitir que también ha habido padres de familia que se han preocupado por buscar ayuda en servicios de salud públicos y privados, con el objetivo de lograr insertar a sus hijos en una vida mejor, y con un estatus social y laboral que les permita sentirse satisfechos, útiles y productivos, y no una carga para su familia y para la sociedad.
En la vida diaria y también por medio del internet y las redes sociales, con cierta frecuencia aparecen noticias y videos de infantes que son un extraordinario ejemplo de grandeza, porque a pesar de sus limitaciones han llegado a destacar en el arte, la música, en las actividades manuales, en el deporte, y, lo mejor, que trabajan y con ello han alcanzado cierto grado de autonomía, con lo que son causa de enorme dicha para sus progenitores, hermanos y para la sociedad; un modelo a seguir para toda la humanidad, porque con ello se demuestra que no hay imposibles, que no existen barreras que se puedan salvar; pero tras de tales éxitos indiscutiblemente está la enorme tarea, esfuerzo y sacrificios que la madre, o el padre o ambos, se han echado a cuestas para lograr que sus hijos triunfen en la vida y sean felices.
Lo trascendente del libro es que nos demuestra que los propios trabajadores de la salud y particularmente los médicos, estamos evadiendo nuestra responsabilidad ética al no brindar de manera temprana el apoyo que nos solicitan los padres de familia que acuden a nosotros con un hijo cuyo diagnóstico es de un presunto retraso mental, y lo grave es que esto es por carencia de conocimiento con evidencia científica sobre el tema y por una terrible falta de solidaridad humana.
En síntesis, es recomendable la fundación de un centro estatal para la atención integral de estos casos, en apoyo a los padres de familia que tanto lo necesitan y la obvia y urgente capacitación de los profesionales de la medicina.
Cuando leí esas líneas, pensé que era cosa del pasado la carencia de un tratamiento integral para los niños con ese diagnóstico. Sabía que tanto en el área rural como en la urbana los padres de familia ocultaban, de algún modo, al hijo o hija que manifestara algún tipo de retraso mental y que no era raro conocer que se llegaba al grado de mantenerlos atados de un pie para evitar su deambulación en la vivienda o fuera de ella. Niños con discapacidades psicomotoras de diversa índole eran objeto de malos tratos y de todo tipo de atrocidades, por ejemplo los que nacieron con parálisis cerebral infantil, con síndrome de Down o con clara evidencia de mentalidad imperfecta. Sin embargo, es de admitir que también ha habido padres de familia que se han preocupado por buscar ayuda en servicios de salud públicos y privados, con el objetivo de lograr insertar a sus hijos en una vida mejor, y con un estatus social y laboral que les permita sentirse satisfechos, útiles y productivos, y no una carga para su familia y para la sociedad.
En la vida diaria y también por medio del internet y las redes sociales, con cierta frecuencia aparecen noticias y videos de infantes que son un extraordinario ejemplo de grandeza, porque a pesar de sus limitaciones han llegado a destacar en el arte, la música, en las actividades manuales, en el deporte, y, lo mejor, que trabajan y con ello han alcanzado cierto grado de autonomía, con lo que son causa de enorme dicha para sus progenitores, hermanos y para la sociedad; un modelo a seguir para toda la humanidad, porque con ello se demuestra que no hay imposibles, que no existen barreras que se puedan salvar; pero tras de tales éxitos indiscutiblemente está la enorme tarea, esfuerzo y sacrificios que la madre, o el padre o ambos, se han echado a cuestas para lograr que sus hijos triunfen en la vida y sean felices.
Lo trascendente del libro es que nos demuestra que los propios trabajadores de la salud y particularmente los médicos, estamos evadiendo nuestra responsabilidad ética al no brindar de manera temprana el apoyo que nos solicitan los padres de familia que acuden a nosotros con un hijo cuyo diagnóstico es de un presunto retraso mental, y lo grave es que esto es por carencia de conocimiento con evidencia científica sobre el tema y por una terrible falta de solidaridad humana.
En síntesis, es recomendable la fundación de un centro estatal para la atención integral de estos casos, en apoyo a los padres de familia que tanto lo necesitan y la obvia y urgente capacitación de los profesionales de la medicina.
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