Tlahuelilpan, infierno y muerte.
La espantosa tragedia ocurrida en Tlahuelilpan, Hidalgo, el pasado 18 de enero conmovió el país y la noticia le dio la vuelta al mundo. Todos tuvimos conocimiento que la causa fue la explosión de un ducto de Petróleos Mexicanos de gran calibre. También los medios de comunicación nos mostraron los videos de lo que sucedió antes, durante y después del voraz incendio que consumió en segundos a 68 de las posiblemente 700 personas que, de manera irresponsable, habían tratado de colectar todo lo que pudieran del combustible que se derramaba y se acumulaba a raudales alrededor de un gran borbotón causado por la acción de presuntos huachicoleros. Otras víctimas, aproximadamente 80, como pudieron, trataron de alejarse de la onda incandescente surgida de un chispazo, lo que convirtió el sitio en un verdadero infierno. Las brigadas de salvamento apenas si se dieron abasto para trasladar a los “quemados” a distintos hospitales de los Estados de Hidalgo y de México, y a nosocomios que las instituciones de salud disponen en la Ciudad de México: IMSS, ISSSTE, Pemex, Instituto Nacional de Rehabilitación, y cuatro jóvenes, con quemaduras profundas en más del 90% de su cuerpo fueron llevados con urgencia a un conocido Hospital de Especialidades en Galveston, Texas, gracias a la famosa Fundación Michou y Mau.
Desde que se comenzó a difundir el número creciente de víctimas mortales inmediatas y de la cantidad que fue objeto de hospitalización, quienes somos médicos aventuramos fríamente que la mortalidad final sería muy elevada; tal como ha sido, pues a la fecha han fallecido 60 personas atendidas en las Unidades de Cuidados Intensivos, de un total aproximado de 80, lo que quiere decir que la tasa de letalidad a nivel hospitalario es del 75%, y todavía falta por conocer la cifra final, debido a que de los 20 pacientes que todavía se encuentran recibiendo atención médica integral, seguramente varios más morirán. ¿Qué es lo que ocasiona una elevada mortalidad como la presente, a pesar de que los pacientes ingresaron casi de inmediato a los hospitales? Desde el punto de vista de su etiopatogenia (mecanismo de producción de una enfermedad), la agresión ocasionada por la elevada temperatura sobre los tejidos, desencadena una serie de fenómenos fisiopatológicos en el organismo afectado, interesando profundamente a los sistemas circulatorio, digestivo, nervioso, endocrino, renal y otros.
Más específicamente, de manera sucinta ocurre un desequilibrio hidroelectrolítico que origina un edema que puede afectar a todo el organismo, se observa un aumento de la pérdida de agua por evaporación y ambos procesos desencadenan un estado de shock por disminución del volumen de líquido circulante, cuyo efecto inmediato es la disminución de oxígeno en las células y acumulación de ácido láctico. La bárbara destrucción de glóbulos rojos condiciona su concentración en el torrente circulatorio, pero después aparece anemia, disminuye y se hace lento el volumen circulante, lo que abate el gasto cardiaco. En estos pacientes hay cambios importantes con respecto a los gases CO2, O2 y en su pH arterial, y la pérdida importante de piel facilita la infección por gérmenes en el organismo.
El sufrimiento en estos pacientes es terrible y su agonía es prolongada. Pueden mostrar alterado el nivel de conciencia, con desorientación y confusión, referir sensación de frío y escalofríos, sed intensa, sudoración profusa, posiblemente no se quejen de dolor por la profundidad de sus lesiones, muestran ansiedad e inquietud, sienten miedo ante la posibilidad de secuelas, sentimientos de rechazo, trastornos del sueño por el dolor, vergüenza, y problemas para relacionarse con otras personas, desamparo, desesperanza, mal concepto de sí mismos, e incluso pueden intentar el suicidio.
En síntesis todo el organismo está muy comprometido, por lo que es de imaginar la cantidad de estudios de laboratorio y de gabinete al que son sometidos todos los días estos pacientes. Lamentablemente la letalidad es muy alta y los que se salvan terminan con secuelas de toda índole que merecen un tratamiento integral que involucra a su familia. ¡No más tragedias como esta!
Desde que se comenzó a difundir el número creciente de víctimas mortales inmediatas y de la cantidad que fue objeto de hospitalización, quienes somos médicos aventuramos fríamente que la mortalidad final sería muy elevada; tal como ha sido, pues a la fecha han fallecido 60 personas atendidas en las Unidades de Cuidados Intensivos, de un total aproximado de 80, lo que quiere decir que la tasa de letalidad a nivel hospitalario es del 75%, y todavía falta por conocer la cifra final, debido a que de los 20 pacientes que todavía se encuentran recibiendo atención médica integral, seguramente varios más morirán. ¿Qué es lo que ocasiona una elevada mortalidad como la presente, a pesar de que los pacientes ingresaron casi de inmediato a los hospitales? Desde el punto de vista de su etiopatogenia (mecanismo de producción de una enfermedad), la agresión ocasionada por la elevada temperatura sobre los tejidos, desencadena una serie de fenómenos fisiopatológicos en el organismo afectado, interesando profundamente a los sistemas circulatorio, digestivo, nervioso, endocrino, renal y otros.
Más específicamente, de manera sucinta ocurre un desequilibrio hidroelectrolítico que origina un edema que puede afectar a todo el organismo, se observa un aumento de la pérdida de agua por evaporación y ambos procesos desencadenan un estado de shock por disminución del volumen de líquido circulante, cuyo efecto inmediato es la disminución de oxígeno en las células y acumulación de ácido láctico. La bárbara destrucción de glóbulos rojos condiciona su concentración en el torrente circulatorio, pero después aparece anemia, disminuye y se hace lento el volumen circulante, lo que abate el gasto cardiaco. En estos pacientes hay cambios importantes con respecto a los gases CO2, O2 y en su pH arterial, y la pérdida importante de piel facilita la infección por gérmenes en el organismo.
El sufrimiento en estos pacientes es terrible y su agonía es prolongada. Pueden mostrar alterado el nivel de conciencia, con desorientación y confusión, referir sensación de frío y escalofríos, sed intensa, sudoración profusa, posiblemente no se quejen de dolor por la profundidad de sus lesiones, muestran ansiedad e inquietud, sienten miedo ante la posibilidad de secuelas, sentimientos de rechazo, trastornos del sueño por el dolor, vergüenza, y problemas para relacionarse con otras personas, desamparo, desesperanza, mal concepto de sí mismos, e incluso pueden intentar el suicidio.
En síntesis todo el organismo está muy comprometido, por lo que es de imaginar la cantidad de estudios de laboratorio y de gabinete al que son sometidos todos los días estos pacientes. Lamentablemente la letalidad es muy alta y los que se salvan terminan con secuelas de toda índole que merecen un tratamiento integral que involucra a su familia. ¡No más tragedias como esta!
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