¡Hay que trabajar 16 horas diarias!: AMLO.
En la ciudad de Puebla, el pasado 10 de marzo el presidente Andrés Manuel López Obrador, AMLO, señaló, airado, que la causa de los retrasos en la entrega de programas sociales es porque los censos no han concluido, lo cual dio pie a apurar a los suyos a trabajar. Palabras más, palabras menos, esto expresó en esa ocasión: … “A los que trabajan en el gobierno, mis compañeras y mis compañeros, les digo: ¡Apúrense, hay que trabajar 16 horas diarias!; porque si no trabajamos y actuamos como, con todo respeto, como burócratas que llegamos a las diez de la mañana y todavía nos ponemos a leer el periódico, y a las dos ya vamos a comer; regresamos a la oficina a las cinco y a las siete otra vez para atrás; y sábado y domingo no damos golpe. ¡Así no! ¡Si esto es una revolución!, ¡Esto es una transformación! ¡Aquí hay que trabajar 16 horas diarias, por el pueblo!” Fin de la cita.
No le falta razón al jefe del poder ejecutivo federal cuando se refiere a la burocracia, pero es de destacar que por la hora en que menciona que llega el servidor público a la dependencia no se trata de cualquier trabajador, pues la mayoría de los también llamados “empleados” registra su entrada por lo menos a las ocho de la mañana, si se trata del turno matutino y concluye sus labores entre las 15:00 y las 16:00 horas; acordarse de que las mujeres, particularmente las casadas con hijos menores de cinco años, gozan una serie de prestaciones que les permiten salir más temprano de su trabajo. Por el tipo de horario discontinuo que también señala AMLO, está bien claro que se refiere al personal con nombramiento de confianza, es decir de jefe de departamento en adelante, personal que no está sindicalizado. De cualquier manera la llamada de atención del presidente me ofrece la oportunidad de expresar algunas reflexiones.
Comienzo por la burocracia sindicalizada, de la que alguna vez escuché decir a un secretario general de una determinada sección sindical: “El trabajador siempre tiene la razón, aunque no la tenga”, cuando defendió <y se reinstaló>a un elemento con funciones de velador, que fue encontrado casi a la una de la mañana, sentado en el fondo de la oficina a la cual “vigilaba”, recostado sobre un escritorio, y seguramente en segundo periodo de ebriedad. Bueno, con sus excepciones de dependencia a dependencia y de trabajador con trabajador, la productividad durante el horario de oficina está muy por debajo de lo que debería esperarse. Imposible comparar con lo que sucede en las empresas privadas, donde es muy difícil que los trabajadores no “desquiten” lo que devengan con todos “los sudores de su cuerpo”. Además, actualmente existe un crecimiento desmedido de personal en las dependencias del sector público, observándose tiempos muertos en los que los servidores públicos se ocupan en asuntos de tipo particular o en utilizar las computadoras oficiales para otros menesteres, o en dedicarse a su adicción al celular.
Recuerdo aquel tiempo en el que el personal de confianza no tenía horario, es decir, era realmente de tiempo completo, rebasando con mucho lo mentalmente saludable, y se trabajaba hasta los sábados, en domingo o incluso en días festivos, si se requería. El estrés era la constante. Yo lo viví por lo menos dos décadas, pero era joven y eso cuenta mucho, pero hoy ya no es así y no es de ahora, pues no pocos de los servidores públicos de confianza laboran pocas horas, de lunes a viernes y su horario ya no es discontinuo. Con el llamado de AMLO a sus colaboradores para que su jornada diaria sea de 16 horas, espero que de aplicarse en la realidad, él y quienes le acompañan en el gabinete legal y en el ampliado, y los que dependan directamente de ellos, puedan soportar el tremendo desgaste físico y mental que ello significa; no hay que olvidar que están de por medio los integrantes de la familia de cada uno de ellos y la propia salud de los que llevan el peso de la 4ª Transformación. La idea es que no se trata de cantidad, sino de calidad en el trabajo; producir más con menos; y que la evaluación del personal debe ser por resultados, por producto terminado, por objetivos y metas, de manera individual e institucional. ¿Con ese ritmo de trabajo de unos cuantos nuestro país cambiará en seis años?
No le falta razón al jefe del poder ejecutivo federal cuando se refiere a la burocracia, pero es de destacar que por la hora en que menciona que llega el servidor público a la dependencia no se trata de cualquier trabajador, pues la mayoría de los también llamados “empleados” registra su entrada por lo menos a las ocho de la mañana, si se trata del turno matutino y concluye sus labores entre las 15:00 y las 16:00 horas; acordarse de que las mujeres, particularmente las casadas con hijos menores de cinco años, gozan una serie de prestaciones que les permiten salir más temprano de su trabajo. Por el tipo de horario discontinuo que también señala AMLO, está bien claro que se refiere al personal con nombramiento de confianza, es decir de jefe de departamento en adelante, personal que no está sindicalizado. De cualquier manera la llamada de atención del presidente me ofrece la oportunidad de expresar algunas reflexiones.
Comienzo por la burocracia sindicalizada, de la que alguna vez escuché decir a un secretario general de una determinada sección sindical: “El trabajador siempre tiene la razón, aunque no la tenga”, cuando defendió <y se reinstaló>a un elemento con funciones de velador, que fue encontrado casi a la una de la mañana, sentado en el fondo de la oficina a la cual “vigilaba”, recostado sobre un escritorio, y seguramente en segundo periodo de ebriedad. Bueno, con sus excepciones de dependencia a dependencia y de trabajador con trabajador, la productividad durante el horario de oficina está muy por debajo de lo que debería esperarse. Imposible comparar con lo que sucede en las empresas privadas, donde es muy difícil que los trabajadores no “desquiten” lo que devengan con todos “los sudores de su cuerpo”. Además, actualmente existe un crecimiento desmedido de personal en las dependencias del sector público, observándose tiempos muertos en los que los servidores públicos se ocupan en asuntos de tipo particular o en utilizar las computadoras oficiales para otros menesteres, o en dedicarse a su adicción al celular.
Recuerdo aquel tiempo en el que el personal de confianza no tenía horario, es decir, era realmente de tiempo completo, rebasando con mucho lo mentalmente saludable, y se trabajaba hasta los sábados, en domingo o incluso en días festivos, si se requería. El estrés era la constante. Yo lo viví por lo menos dos décadas, pero era joven y eso cuenta mucho, pero hoy ya no es así y no es de ahora, pues no pocos de los servidores públicos de confianza laboran pocas horas, de lunes a viernes y su horario ya no es discontinuo. Con el llamado de AMLO a sus colaboradores para que su jornada diaria sea de 16 horas, espero que de aplicarse en la realidad, él y quienes le acompañan en el gabinete legal y en el ampliado, y los que dependan directamente de ellos, puedan soportar el tremendo desgaste físico y mental que ello significa; no hay que olvidar que están de por medio los integrantes de la familia de cada uno de ellos y la propia salud de los que llevan el peso de la 4ª Transformación. La idea es que no se trata de cantidad, sino de calidad en el trabajo; producir más con menos; y que la evaluación del personal debe ser por resultados, por producto terminado, por objetivos y metas, de manera individual e institucional. ¿Con ese ritmo de trabajo de unos cuantos nuestro país cambiará en seis años?
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