En crisis industria restaurantera
El pasado 10 de julio mi esposa y yo, tomamos la decisión de desayunar en céntrico restaurante de nuestra ciudad, luego de que habían transcurrido 111 días desde aquel viernes 20 de marzo del fatídico 2020, cuando iniciamos en nuestros hogares lo que en un principio iba a ser una larga cuarentena en todo el país, como medida de prevención y de control para evitar la transmisión comunitaria de un nuevo coronavirus. No pudimos negar que entramos a dicho restaurante con temor y desconfianza, aun cuando llevábamos puesto cubrebocas y careta, pero esa sensación desapareció como por encanto en cuanto fuimos objeto de una serie de atenciones que jamás se habían brindado en ese y en otros giros similares. Desde la entrada pasamos por un riguroso filtro: medición de la temperatura corporal, sanitización del calzado y aplicación de gel en ambas manos. Escogimos a nuestro gusto una mesa apartada de las demás, las que en realidad estaban vacías; bueno, lejos de nosotros solo había otra pareja de comensales. Los meseros que nos atendieron también lucían cubrebocas y careta y nos aproximaron la dotación de cubiertos envueltos en papel celofán. En fin, resultó muy satisfactoria esa primera experiencia fuera de casa tras el necesario aislamiento y, en síntesis, quedamos sumamente complacidos por las medidas de higiene adoptadas por los propietarios del restaurante.
No volvimos a salir a degustar alimentos fuera de casa en los dos fines de semana siguientes, manteniéndose en nosotros la incertidumbre por la idea de no querer “tentar al diablo” en la búsqueda del placer de sentirnos liberados, aunque fuera por un breve tiempo. Pero dice el refrán que “la curiosidad mató al gato”, y fuimos de nuevo; ahora escogimos otro sitio para desayunar. Acudimos al restaurante de un hotel que se localiza en la colonia Estrella en esta ciudad. Volvimos a ser objeto de excelentes atenciones desde nuestro arribo, aplicándonos un procedimiento sanitario como el señalado líneas arriba. Observamos no solo amabilidad en el trato hacia nuestras personas sino una magnífica disposición de todos los trabajadores, lo que denota que recibieron suficiente y probada capacitación teórica y práctica. Vimos que existen señalamientos que invitan a guardar la sana distancia, un display en el que se hace énfasis en el mantenimiento de los más altos estándares de limpieza y desinfección de todos los espacios públicos y áreas del hotel, particularmente en lo que se refiere a la higiene de manos de todo el personal, habitaciones, instalaciones y del propio restaurante; y antes del lobby del hotel, se exhibe de manera continua un video en el que se muestran las acciones que se han emprendido en todas las áreas en materia de sanitización y limpieza integral, para obsequiar a su clientela la seguridad de que van a encontrar un inmueble, instalaciones, y recursos humanos con un elevado nivel de calidad, calificación que desde antes de la pandemia ya les había sido otorgado por las secretarías de Turismo y Salud federales, con la entrega del famoso distintivo “H”. A pesar de todas esas medidas, luce prácticamente vacío.
He querido extenderme en estos comentarios porque me parece muy lamentable que restaurantes como los descritos, donde se ofrece a los comensales un servicio de calidad, a casi un mes de haber reiniciado sus actividades, con la ilusión, por parte de propietarios y trabajadores, de resarcir, dentro de lo posible, la enorme pérdida económica que han sufrido durante los más de cuatro meses de suspensión total de sus actividades, se mantengan dichos negocios en tan crítica situación, pues no hay punto de comparación respecto de lo que normalmente a estas alturas se vivió hace apenas un año, con motivo del periodo vacacional de verano y de la magna celebración de la Guelaguetza. Vamos, ni siquiera con lo que se observaba en los dos restaurantes en fines de semana normales.
Es cierto, el llamado a la población a mantenerse en casa sigue vigente, pero en casos como el presente vale la pena hacer una reservación para el día que se estime conveniente, en esos o en otros restaurantes y fondas de nuestra capital, que demuestren que están comprometidos con nuestra salud.
No volvimos a salir a degustar alimentos fuera de casa en los dos fines de semana siguientes, manteniéndose en nosotros la incertidumbre por la idea de no querer “tentar al diablo” en la búsqueda del placer de sentirnos liberados, aunque fuera por un breve tiempo. Pero dice el refrán que “la curiosidad mató al gato”, y fuimos de nuevo; ahora escogimos otro sitio para desayunar. Acudimos al restaurante de un hotel que se localiza en la colonia Estrella en esta ciudad. Volvimos a ser objeto de excelentes atenciones desde nuestro arribo, aplicándonos un procedimiento sanitario como el señalado líneas arriba. Observamos no solo amabilidad en el trato hacia nuestras personas sino una magnífica disposición de todos los trabajadores, lo que denota que recibieron suficiente y probada capacitación teórica y práctica. Vimos que existen señalamientos que invitan a guardar la sana distancia, un display en el que se hace énfasis en el mantenimiento de los más altos estándares de limpieza y desinfección de todos los espacios públicos y áreas del hotel, particularmente en lo que se refiere a la higiene de manos de todo el personal, habitaciones, instalaciones y del propio restaurante; y antes del lobby del hotel, se exhibe de manera continua un video en el que se muestran las acciones que se han emprendido en todas las áreas en materia de sanitización y limpieza integral, para obsequiar a su clientela la seguridad de que van a encontrar un inmueble, instalaciones, y recursos humanos con un elevado nivel de calidad, calificación que desde antes de la pandemia ya les había sido otorgado por las secretarías de Turismo y Salud federales, con la entrega del famoso distintivo “H”. A pesar de todas esas medidas, luce prácticamente vacío.
He querido extenderme en estos comentarios porque me parece muy lamentable que restaurantes como los descritos, donde se ofrece a los comensales un servicio de calidad, a casi un mes de haber reiniciado sus actividades, con la ilusión, por parte de propietarios y trabajadores, de resarcir, dentro de lo posible, la enorme pérdida económica que han sufrido durante los más de cuatro meses de suspensión total de sus actividades, se mantengan dichos negocios en tan crítica situación, pues no hay punto de comparación respecto de lo que normalmente a estas alturas se vivió hace apenas un año, con motivo del periodo vacacional de verano y de la magna celebración de la Guelaguetza. Vamos, ni siquiera con lo que se observaba en los dos restaurantes en fines de semana normales.
Es cierto, el llamado a la población a mantenerse en casa sigue vigente, pero en casos como el presente vale la pena hacer una reservación para el día que se estime conveniente, en esos o en otros restaurantes y fondas de nuestra capital, que demuestren que están comprometidos con nuestra salud.
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