La selección mexicana de futbol no merece ir a Brasil.
Septiembre negro para el futbol profesional de nuestro país; primero la selección de Honduras se plantó el viernes seis, en un Estadio Azteca bajo una lluvia pertinaz y un viento frío para darle al partido un vuelco inesperado y la parálisis total a los miles de aficionados de México reunidos ahí y a los que vieron el partido por la televisión o por internet. Nadie, ni los propios “catrachos”, que festejaron como si hubieran ganado la copa del mundo, podían creer semejante resultado: 2-1 fue el gélido marcador en contra. Luego la catástrofe total el martes 10, en la Ciudad de Columbus, Ohio, ante la potente escuadra de los Estados Unidos de Norteamérica, sin el “Chepo” (José Manuel de la Torre Menchaca), quien todavía, terminado el fatídico primer encuentro, se atrevió a responder con soberbia a la pregunta de un entrevistador de Televisa, que no renunciaría a la dirección técnica del vapuleado equipo, a pesar de su probada ineficiencia en este ciclo eliminatorio.
A diferencia de Jürgen Klinsmann, excelente entrenador teutón de la selección del vecino país del norte, el nuestro, Luís Fernando Tena Garduño, seguramente no deseó para nada permanecer de pie en un estadio colmado de hinchas que con justa razón fueron a impulsar a su equipo en todos los tonos, con la bandera de las barras y las estrellas moviéndola todo el tiempo y con el grito colectivo hacia su selección: ¡Dos-Cero!, en alusión a un marcador que finalmente se dio y que se ha repetido en cuatro ocasiones; es decir, nos tienen tomada la medida, pero en esta ocasión fue más que palpable la mediocridad de lo que intentó funcionar como el equipo de una selección nacional, otrora invencible en el área de Norte y Centroamérica y el Caribe, y a la que algún ingenioso de la mercadotecnia del consorcio de Televisa le colgó el rimbombante adjetivo de “gigante”.
Sí, septiembre negro para el futbol mexicano; dos “noches tristes”, pero la negrura ha sido consistente durante toda la eliminatoria, particularmente en los partidos jugados en el Estadio Azteca, con tres aberrantes empates y una sonora derrota. Estadísticamente ahí dejamos ir 9 de 12 puntos potencialmente posibles de alcanzar por jugar en nuestro propio terreno, y ahí se fincó el peor fracaso que yo recuerde desde la tragedia de Haití hacía el mundial de Alemania en 1974. Ahora, se decapitó al “Chepo” de manera tardía y se desintegró todo el cuerpo técnico; lástima por Tena, que hace un año ganó con el equipo olímpico la medalla de oro en Londres y que luego vivió su fugaz momento de gloria y fama ante los reflectores de todos los medios de comunicación de nuestro país y del extranjero.
¿Qué se puede concluir de tan tremenda tragedia deportiva?; la respuesta es simple, la selección de futbol de nuestro país no merece ni debe ir a competir con lo mejor del planeta al mundial de Brasil en el ya cercano 2014. Esta, es una nueva oportunidad de oro para que ahora participe una selección de un país hermano de Centroamérica, porque, por otra parte ¿no creen ustedes, amables lectores, que también tienen derecho?, ¿o es que tenemos que asumir la egoísta idea de que siempre debemos ser nosotros los que intervengamos en ese magno torneo que se celebra cada cuatro años?
En ese sentido, debemos estar conscientes de que no siempre podrá asistir a un mundial nuestra selección y que las de los países de Centroamérica y el Caribe precisamente están a la espera de que alguno de los mejores equipos de la región, como es el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, Costa Rica, Canadá y México, observen un grave tropiezo, como es el caso que hoy nos ocupa, para que con justa razón aspiren a ocupar un lugar entre las 32 naciones que se disputan el codiciado trofeo, al que se llamó Copa Jules Rimet entre los años de 1930 a 1970.
¿A quién achacar el estrepitoso fracaso mexicano? ¿Al Chepo y su equipo técnico?, ¿A los jugadores?, ¿A los dirigentes deportivos de la Federación de futbol?, ¿A los cronistas de las televisoras comerciales que han sobrevalorado a los nuestros y menospreciado a los contrarios? Por lo pronto adiós al Mundial. El basquetbol nos levanta el ánimo para el 2014.
A diferencia de Jürgen Klinsmann, excelente entrenador teutón de la selección del vecino país del norte, el nuestro, Luís Fernando Tena Garduño, seguramente no deseó para nada permanecer de pie en un estadio colmado de hinchas que con justa razón fueron a impulsar a su equipo en todos los tonos, con la bandera de las barras y las estrellas moviéndola todo el tiempo y con el grito colectivo hacia su selección: ¡Dos-Cero!, en alusión a un marcador que finalmente se dio y que se ha repetido en cuatro ocasiones; es decir, nos tienen tomada la medida, pero en esta ocasión fue más que palpable la mediocridad de lo que intentó funcionar como el equipo de una selección nacional, otrora invencible en el área de Norte y Centroamérica y el Caribe, y a la que algún ingenioso de la mercadotecnia del consorcio de Televisa le colgó el rimbombante adjetivo de “gigante”.
Sí, septiembre negro para el futbol mexicano; dos “noches tristes”, pero la negrura ha sido consistente durante toda la eliminatoria, particularmente en los partidos jugados en el Estadio Azteca, con tres aberrantes empates y una sonora derrota. Estadísticamente ahí dejamos ir 9 de 12 puntos potencialmente posibles de alcanzar por jugar en nuestro propio terreno, y ahí se fincó el peor fracaso que yo recuerde desde la tragedia de Haití hacía el mundial de Alemania en 1974. Ahora, se decapitó al “Chepo” de manera tardía y se desintegró todo el cuerpo técnico; lástima por Tena, que hace un año ganó con el equipo olímpico la medalla de oro en Londres y que luego vivió su fugaz momento de gloria y fama ante los reflectores de todos los medios de comunicación de nuestro país y del extranjero.
¿Qué se puede concluir de tan tremenda tragedia deportiva?; la respuesta es simple, la selección de futbol de nuestro país no merece ni debe ir a competir con lo mejor del planeta al mundial de Brasil en el ya cercano 2014. Esta, es una nueva oportunidad de oro para que ahora participe una selección de un país hermano de Centroamérica, porque, por otra parte ¿no creen ustedes, amables lectores, que también tienen derecho?, ¿o es que tenemos que asumir la egoísta idea de que siempre debemos ser nosotros los que intervengamos en ese magno torneo que se celebra cada cuatro años?
En ese sentido, debemos estar conscientes de que no siempre podrá asistir a un mundial nuestra selección y que las de los países de Centroamérica y el Caribe precisamente están a la espera de que alguno de los mejores equipos de la región, como es el caso de los Estados Unidos de Norteamérica, Costa Rica, Canadá y México, observen un grave tropiezo, como es el caso que hoy nos ocupa, para que con justa razón aspiren a ocupar un lugar entre las 32 naciones que se disputan el codiciado trofeo, al que se llamó Copa Jules Rimet entre los años de 1930 a 1970.
¿A quién achacar el estrepitoso fracaso mexicano? ¿Al Chepo y su equipo técnico?, ¿A los jugadores?, ¿A los dirigentes deportivos de la Federación de futbol?, ¿A los cronistas de las televisoras comerciales que han sobrevalorado a los nuestros y menospreciado a los contrarios? Por lo pronto adiós al Mundial. El basquetbol nos levanta el ánimo para el 2014.
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