Las parteras y su contribución a la salud en México.


En el año de 1956 la Dirección General de Higiene y Asistencia Materno-Infantil de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia, publicó su Programa para adiestramiento y control de parteras empíricas, documento de doce páginas, que volvía a abordar un tema que ya había sido tratado en 1937 por el Departamento de Asistencia Social, mismo, que por decreto del 18 de octubre de 1943, se fusionaría con el Departamento de Salubridad Pública, para dar origen a la mencionada Secretaría del ramo.

Era Director General de la primera el Dr. Gabriel Araujo Valdivia, quien encargó a los Dres. Ignacio Ávila Cisneros, Arturo González Ávila, José Luís Pérez Navarrete, Xavier Martínez Macheco y Daniel López Ferrer, el diseño de lo que llamó folleto, instrumento que se distribuyó para su aplicación en todo el país. En el capítulo de generalidades se expresaba que… “Uno de los problemas que en México se confrontan dentro de los programas de Higiene y Asistencia Materno-Infantil, consiste en que la gran mayoría de los partos son atendidos por personas, que no poseen ni la capacidad ni la preparación necesarias para cumplir dicha función, en forma satisfactoria”; razón por la cual se consideraba como causa importante de mortalidad materna e infantil.

En el citado Programa se identifica un formato de encuesta a parteras empíricas, el capitulado del programa de “cursillos” dirigidos a las mismas, donde de manera interesante se manejan la atención del parto normal y las complicaciones del embarazo y del propio parto, señalándose los síntomas y signos de mayor relevancia. Incluía, además un cursillo complementario sobre salud, con temas como “Breve panorama de las principales enfermedades de la región”, “Generalidades sobre saneamiento del medio” y “Control de enfermedades transmisibles”.

Veinte años después, la Dirección General de Atención Médica Materno Infantil, compiló en un libro una serie de trabajos científicos generados al interior de la dependencia. El primero de ellos hizo referencia a “El papel de la empírica como promotora de salud materno infantil”, cuyos autores fueron los Dres. José Arias Huerta, José Antonio Solís Urdaibay y Benjamín Magaña Niebla. En la introducción al tema se menciona a la Tlamaquiticitl, como la mujer que se encargaba del cuidado de los recién casados hasta que la mujer daba a luz, figura que, a decir de los autores, encarna en la figura que conocemos como partera empírica.

Eran los años 70´s, cuando la población del país rondaba los 50 millones de habitantes y la infraestructura de atención sanitario asistencial sólo alcanzaba a brindar atención médica al 25% de los partos y el número de nacimientos era superior a los dos millones al año. Por otra parte, sólo existían alrededor de 40 mil médicos, radicando más del 40% de ellos en el Distrito Federal, de tal manera que de 2837 municipios del país, únicamente el 53% contaba con algún servicio médico y había 116 municipios superiores a los 10 mil habitantes que no disponía de él.

Ante tal panorama, se concluyó que la partera empírica adiestrada como promotora de salud, debería ocupar el primer escalón en la atención de la salud, de la periferia al centro. Nuestro Estado se constituyó en un campo de experimentación con la ejecución de lo que se denominó “Proyecto Etla”, con el apoyo económico del Population Council, expresándose en su evaluación que: … “Es evidente que las condiciones que obligan a la población rural a solicitar la atención para su salud, de las parteras empíricas, persistirán por algún tiempo, y por lo tanto, la importancia de este personaje auxiliar de salud perdurará. Cualquier acción dirigida a mejorar la calidad de la atención impartida por la empíricas tendrá un impacto positivo en la salud de los habitantes del área rural”.

A fines de los 70´s Oaxaca fue sede de los cursos de capacitación para parteras empíricas de los Estados del Sureste, las que en grupos de 60 llegaban a las instalaciones del Centro CONASUPO de Capacitación (CECONCA) ubicadas en los silos de Cinco Señores, para permanecer los dos meses que duraba cada curso. Posteriormente se les proporcionaron maletines equipados con lo básico para la atención del parto, muchas de ellas llegaron a responsabilizarse de una casa de salud, fueron objeto de supervisión y asesoría y elaboraron el informe de sus actividades. Actualmente los Servicios de Salud tienen un registro de aproximadamente mil parteras capacitadas y bajo control.

La mortalidad materna ha disminuido de manera notable en el país en los últimos 25 años, sin embargo Oaxaca todavía ocupa uno de los primeros cinco lugares en la tabla nacional; de ahí la trascendencia de continuar con la capacitación y actualización de las parteras y de fortalecer su interrelación con los servicios de salud institucionales.

Finalmente, apenas el viernes pasado, la asociación civil “Nueve Lunas” hizo la presentación pública de su Manual de emergencias “Parteras cuidando vida”, dirigido principalmente a tan importante personaje. Desde esta columna reitero mi felicitación a las coordinadoras del proyecto, María Cristina Galante Di Pace y Araceli Gil Archundia y a todo el equipo de trabajo que intervino en su realización. ¡En hora buena!

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