Feminicidios. ¿De quién es la culpa?
Un día sí y otro también, observamos en los noticieros de la televisión las marchas y acciones de los habitantes de cualquier parte de nuestro país, que muestran el creciente descontento de la sociedad ante el asesinato de una joven mujer, de otro feminicidio; y el clamor, que se repite una y otra vez, es que ya no haya una víctima más. Así lo señalan en sus mantas, en rústicas cartulinas, con pañuelos blancos que agitan al momento de gritar a coro las frases harto conocidas, desde aquellos tiempos, no tan lejanos, del negro episodio de las “muertas de Juárez”. Y las consignas van directas a los que consideran culpables de no hacer prácticamente nada, a los que han permitido tanta impunidad y su quehacer y compromiso social está muy lejos del cumplimiento de su función de proteger a la población: al poder judicial, en todos en todos sus niveles y en los tres órdenes de gobierno.
Me temo que en esto de repartir culpas hay otros implicados que no se deben soslayar. Resulta obvio que los primeros, son los victimarios, que actúan de manera individual o en forma multitudinaria, en familia o como parte de una rama criminal de la llamada delincuencia organizada, los que tienen en la trata de blancas uno de sus principales bastiones. Si los feminicidas actúan solos, un exhaustivo estudio de investigación nos puede dar a conocer las características que identifican a esos malhechores. ¿Qué nivel de escolaridad tienen y cuál es su coeficiente intelectual? ¿De qué tipo de familia provienen? ¿Estudian? ¿Trabajan? ¿Son alcohólicos, drogadictos o ambos? ¿Se mueven en el mundo de la delincuencia o de la mafia?
Pero también hay que considerar la situación de vida de la víctima. Generalmente se trata de jovencitas adolescentes entre los 15 y los 20 años de edad, sin que ello quiera decir que otras mujercitas menores de 15 y mayores de 20 no sean objeto de las mentes criminales; y aquí debo advertir que la mayoría son solteras, pero también las ha habido casadas, con uno o más hijos, solas, separadas, divorciadas y hasta viudas. El primer grupo comprende a las que se encuentran todavía en etapa de crecimiento físico y en diferente momento de su desarrollo mental, es decir, lo que las hace, hasta cierto punto vulnerables en el ambiente en que se desenvuelven, y aquí es imprescindible hacer énfasis en que en ese su ciclo de vida pueden ser fácilmente engañadas por individuos con perversas intenciones e incorporadas a la ingestión y uso de bebidas alcohólicas, diversos tipos de drogas y al tabaquismo. Es de presumir que es en ese momento cuando es posible que sean objeto de actos de violación sexual y de su incorporación a la prostitución por individuos, familias o por grupos de mafiosos. La trata de blancas se nutre día con día de jovencitas de ese grupo de edad.
Ahora bien, no siempre ocurre lo anterior, porque los feminicidios han ocurrido con jovencitas cuya formación en el hogar y su modo de vida, podrían prever que nada anormal podría sucederles fuera de casa. No pocas han sido talentosas y aplicadas estudiantes en los niveles escolares medio y superior, e incluso recién graduadas en universidades públicas o privadas. Pero es importante considerar el ambiente en que ocurren los feminicidios, como ha sucedido en las colonias proletarias de los municipios del Estado de México.
El problema es multifactorial. Influye, sin duda, la sobrepoblación, la carencia de empleo, la desintegración familiar, el bajo nivel escolar, situación de pobreza, la carencia de valores positivos, entre otros factores. ¿Es atribuible a la verdadera aplicación de políticas públicas en el tema en los tres órdenes de gobierno? Considero que en este problema estamos involucrados todos: sociedad y gobierno. La primera, con el concurso de todas las familias, las ONG´s con tema en la materia y las distintas religiones, fundamentalmente. Por parte, del gobierno, principalmente aquellas dependencias que tienen que ver con la impartición de justicia, salud, educación, atención de la mujer y el desarrollo integral de la familia. La cuestión es el abordaje de este asunto de manera integral y coherente. Les corresponde a las autoridades gubernamentales asumir esa responsabilidad.
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