A Trump se lo llevó la pandemia (segunda parte)

 A pesar de que Trump se salió con la suya con el nuevo tratado comercial con sus vecinos inmediatos, agenciándose por supuesto, el éxito del T-MEC antes y después de las firmas para su entrada en vigor, siguió aplicando políticas arancelarias contra sus aliados de dicho tratado, a los que trató de manera no ética, al expresar que el presidente de México es un “fantástico amigo”, para continuar después con su cantaleta de que nuestro país está pagando el precio del muro que prometió. Semejante trato le dio también a Canadá. 

De hecho, Donald Trump se había enemistado con todo mundo fuera de sus fronteras. Desdeñó y trató mal a los aliados de USA en el continente europeo, las potencias de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, quienes terminaron por mofarse de él y hacerlo a un lado; su gobierno no quiso saber nada del Acuerdo de París que establece un marco global para evitar un cambio climático peligroso; al respecto, llegó al grado de burlarse, en la sede de las Naciones Unidas en la Ciudad de Nueva York, de Greta Thunberg, la incansable y prodigiosa jovencita sueca, que abandera dicha causa. También ordenó la cancelación de la ayuda por 500 millones de dólares que anualmente otorga USA a la Organización Mundial de la Salud, culpando a dicho organismo de apoyar a la República Popular China, a quien consideró como el país que engendró al SARS-CoV-2, además de no haber tomado medidas oportunas para prevenir la brutal pandemia mundial; finalmente, Trump ordenó el inicio de los trámites de separación de su país con la OMS. Casi tres años antes, hizo a un lado a los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), que buscaba ser el mayor bloque económico del mundo, prefiriendo únicamente la firma de acuerdos bilaterales. Con ello, la República Popular China se afianzó como la futura potencia del planeta, al integrarse con otros 14 países a la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). Por cierto, con este poderoso país, las relaciones de USA, llegaron a su peor nivel en este cuatrienio.

Con lo dicho, bastaría para echar del gobierno norteamericano a semejante ejemplar humano, pero siento que una causa, por encima de todas, contribuyó de manera preponderante para que se vaya Donald Trump al basurero de la historia: la pandemia por el COVID-19, causante de 11.5 millones de ciudadanos infectados y más de 250 mil defunciones. Eso no se lo perdonará jamás el pueblo norteamericano. No podrá olvidar el desdén con que trató la emergencia epidemiológica, apareciendo siempre en público sin cubrebocas; llegó a tal grado su soberbia que visitó en algún momento de la pandemia un hospital y ahí, sin recato alguno, fue el único sin protección alguna en su rostro. Cerca del día de las elecciones informó que se había contagiado por el CoVid-19, involucrando a sus colaboradores y a un equipo médico del prestigiado Hospital Walter Reed, obligó a que le prepararan un escenario en ese nosocomio para que pudiera dar un mensaje al pueblo de USA, como si estuviera en una oficina, sin ropas de paciente encamado, sin venoclisis, sin estar sujeto a un tanque de oxígeno; posteriormente, como por “milagro” fue dado de alta a las 72 horas para que fuera a recuperarse a la Casa Blanca. 

El día de su salida, con traje y corbata, desde esta última, de manera arrogante se quitó el cubrebocas, para emitir un mensaje a los medios y a los presentes, para hacerles ver que había retornado, más fuerte que nunca, y que el coronavirus le había hecho “los mandados”, como un simple resfriado, dando a entender que estaba listo para enfrentar otro periodo de cuatro años en el poder. Pero no fue suficiente semejante desplante para cambiar la decisión de un porcentaje suficiente de los votantes que ya estaban hartos de él. Sin embargo, el proceso electoral demostró la indiscutible polarización del pueblo norteamericano, pero Biden superó esa cifra, colocándolo como el candidato con más votos en la historia de los Estados Unidos de América.

Donald John Trump construyó paso a paso su fatal destino, pero millones de fanáticos siguen creyendo en él. Tal es la decadencia de nuestro vecino del norte. 



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