Manejo médico durante la pandemia
A la memoria de la inolvidable salubrista
MC MSP Dolores Cruz Bastida.
Los medios masivos de comunicación en México han difundido, de manera abrumadora, en casi once meses de la pandemia del SARS-CoV-2, por medio de imágenes y notas informativas, el ingreso, tratamiento y control de los pacientes víctimas de la enfermedad COVID-19, en los hospitales de las dependencias del sector público, desde los nosocomios de segundo nivel, también llamados hospitales generales, los que disponen desde 20 a 30 camas censables hasta los que rebasan varios centenares de ellas, así como las unidades de alta especialidad y en los institutos nacionales de salud, ubicados estos últimos en la capital del país. También se ha dado cuenta, aunque de modo no significativo, del movimiento de pacientes COVID en los hospitales de la iniciativa privada, desde aquellos que disponen de una mínima infraestructura, no cuentan con área de urgencias, mucho menos de unidad de cuidados intensivos y carecen de médicos intensivistas, urgenciólogos y personal profesional y técnico paramédico, con experiencia en manejo y cuidado de pacientes en estado crítico que requieren de un servicio tan complejo, desgastante y por lo mismo costoso.
Muy probablemente, a estas alturas, las instituciones que desarrollan investigación en nuestro país, como son los propios institutos nacionales de salud, entre ellos el de salud pública que se encuentra en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, y las universidades públicas y privadas de mayor prestigio, han desarrollado o disponen de proyectos dirigidos hacia una buena gama de temas relacionados con el manejo médico en los niveles de atención, los que nos ofrecerán una panorámica más precisa de las acciones que en ese sentido han aplicado los médicos mexicanos, con el objetivo de enfrentar la pandemia con mayor grado de éxito en las etapas de prevención, diagnóstico certero y oportuno, tratamiento efectivo y, en su caso, de la rehabilitación física y mental.
Es conveniente hacer énfasis en que existen en el sector salud de México instrumentos de manejo médico como son los Lineamientos para la atención de pacientes COVID-19, del 14 de febrero del 2020, estructurado por la Comisión Coordinadora de los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad de México, así mismo, el Protocolo de manejo para la infección por COVID-19. (Revista de Medicina Crítica 2020:34 <1>: 43-52), y las Recomendaciones para el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2, versión de julio del 2020. ¿Hasta qué punto se ha dado cumplimiento a los mismos en el sector público de la salud y en la medicina privada? ¿Quién ha vigilado y evaluado su aplicación?
Por otra parte, cabe preguntar: ¿Cómo ha sido el manejo terapéutico por los miles de profesionales que ejercen la medicina general o alguna especialidad a nivel de un consultorio privado, en las áreas urbana y rural? En este momento es una verdadera incógnita. Lo cierto, es que posiblemente el tratamiento en ese nivel ha sido sumamente heterogéneo; además, no sería raro encontrar a médicos que han experimentado combinaciones de fármacos sin disponer de evidencia científica probada o la ministración de una terapéutica que bien podría encajar en la charlatanería. ¿Cuántas víctimas del COVID-19 han sanado realmente con ese manejo ambulatorio o directamente en su domicilio? y, ¿En qué etapa o fase de la enfermedad fue iniciado?
Es relevante volver a destacar que existe una insuficiente infraestructura hospitalaria en México en relación a la disponibilidad de las llamadas Unidades de Cuidados Intensivos, UCI, y por consiguiente del personal profesional y técnico especializado en el manejo de pacientes en estado crítico, como es el caso que ahora nos ocupa; sin embargo, el buen manejo de la pandemia desde sus inicios no tendría que haber requerido de ese tipo de servicios de tercer nivel. Ahora más que nunca tienen validez y trascendencia el refrán “vale más prevenir que lamentar” y el título de una canción del canta autor Juan Gabriel, “Pero que necesidad”, su aplicación podría haber evitado tanto dolor y sufrimiento en nuestro país.
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