¡Indignante!
En el transcurso de enero se inició en México la vacunación de los trabajadores de la salud que laboran en los hospitales en donde se ha brindado atención a los enfermos de Covid-19 y más recientemente comenzó la inmunización de las personas de 60 y más años en la capital del país y en las entidades federativas. Con ello, el gobierno federal daba cumplimiento al plan que dio a conocer a fines del 2020. ¡Extraordinario! Contra todo pronóstico pronunciado después del primer semestre de este último, por el propio Dr. Tedros Adhanom Gebreyesus, Director General de la OMS y luego convalidado por los expertos en epidemiología de la Organización Panamericana de la Salud, OPS, con sede en Washington, D.C, USA, y en México por el Dr. Hugo López-Gatell Ramírez, en diciembre se daba a conocer al mundo que ya se disponía de la vacuna producida por varios laboratorios de fama internacional y que dicho biológico había cubierto las fases clínicas de su respectivos procesos de investigación en humanos.
Una vez más, el mundo científico había demostrado su extraordinaria capacidad para acelerar la generación de una vacuna para prevenir y con ello controlar una peligrosa pandemia viral; antes, en el 2009 ya lo había logrado con la vacuna contra la influenza H1N1. En ambos casos todo un récord en cuanto al tiempo transcurrido para disponer y aplicar un biológico. Aún no sabemos cuándo vamos a contar con una vacuna mexicana a la que el presidente Andrés Manuel López Obrador a adelantado que se le llamaría “Patria”, así como los cubanos producen su vacuna “Soberana” y los rusos su “Sputnick V”.
En efecto, como todavía no tenemos nuestra propia vacuna, el gobierno federal tuvo que establecer convenios con los laboratorios que han cubierto los rigurosos requisitos que se exigen para garantizar la calidad del valioso biológico, por lo que se han erogado cuantiosos recursos y con ello comenzaron a recibirse las primeras remesas desde el pasado mes de diciembre. Ahora se aplican, pero la logística implementada es un verdadero desastre en materia de organización, porque se hizo a un lado la reconocida experiencia del sector salud de nuestro país en materia de vacunación.
Anteriormente, México había dado muestras al mundo de su gran capacidad de respuesta operativa en campo al haber logrado la erradicación de la viruela en 1951, lo cual requirió de un cuidadoso programa de vacunación. Luego, a partir de la implementación de las primeras campañas nacionales de vacunación infantil a fines de los años 60´s, las que continuaron cada vez con mayor grado de eficiencia en las siguientes cinco décadas, e incluso en las campañas de vacunación contra la influenza después de la pandemia antes señalada, la infraestructura del sistema nacional de salud demostró un elevado grado de eficiencia, eficacia y efectividad.
Sin embargo, contra todo lo establecido, se hizo a un lado la experiencia adquirida y se desdeñó la organización del sector salud bajo la rectoría de la Secretaría federal del ramo (seguramente por ello renunció la directora general del CENSÍA, la Dra. Miriam Esther Veras Godoy) y como consecuencia de ello el proceso de vacunación ha sido sumamente ineficiente en casi todo el país, con muy contadas excepciones. Primeramente, lo padecieron los propios trabajadores de la salud quienes han tenido que formar largas filas, sufrir las inclemencias del clima durante varias horas y recibir un trato que no se merecen. Pero, además, aún queda un porcentaje significativo de ellos que no ha recibido la primera dosis y los que sí la recibieron tuvieron que esperar un periodo superior a lo previsto. Están pendientes de recibir su vacuna no pocos trabajadores de la salud de la medicina privada.
Pero lo peor, degradante, inhumano, falto de ética y solidaridad ha sido la vacunación para adultos mayores. Imposible calificar más el atentado a la dignidad que merecen las personas de la tercera edad, las que hemos tenido que soportar enormes filas a la intemperie, durante el día y luego por la noche, sentados o de pie, para que sin ningún tacto se nos informe que “se acabaron las fichas y váyanse a sus casas porque ya no hay vacuna”.
Indignante. ¡Cuánta mediocridad!
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