Adultos mayores felicidad postvacunal

 Mientras que, en la Ciudad de México Luís Echeverría Álvarez, ex presidente de nuestro país, de 99 años de edad, asistió, con el apoyo de su familia, a que le aplicaran la segunda dosis de la vacuna para prevenir al COVID-19, en la Ciudad de Londres, Inglaterra, fallecía el príncipe Philip Mountbatten, Duque de Edimburgo de la misma edad y consorte de la reina Isabel II. Impresionante la longevidad de los tres, pero sobre todo de los dos primeros, y en especial el deseo de vivir de Don Luís. He observado las imágenes que nos han ofrecido los noticieros de la televisión acerca de la vacunación de los adultos mayores, tanto en la primera dosis del pasado mes de marzo y luego ahora de la segunda en abril. Contrasta la manera como fueron organizadas ambas fases si las comparamos entre una entidad federativa con otra u otras, particularmente lo que vimos en algunas de las hoy alcadías del que fuera Distrito Federal, bajo la administración de la Ing. Claudia Sheinbaum Pardo, en donde muy pronto los organizadores de las acciones de vacunación aprendieron de los errores cometidos en la primera fase para terminar con aplausos, felicitaciones y el reconocimiento público de parte de los beneficiarios, una vez que fueron objeto de la aplicación de su vacuna.

En cada una de las dos jornadas desfilaron cientos de miles de personas de 60 y más años en todo el país, las que abarrotaron los centros de vacunación que les fueron asignados. Lo trascendente es que entre la multitud en las áreas urbanas vimos confundidos hombres y mujeres, “ricos y pobres”, de todas las religiones e ideologías políticas, prominentes personajes de los muy variados quehaceres de la sociedad humana: académicos y científicos, profesionistas, deportistas, representantes de las distintas manifestaciones del arte y de los espectáculos para entretenimiento de la misma sociedad, políticos, religiosos, empresarios de los tres niveles conocidos, servidores públicos activos y jubilados, trabajadores informales, obreros, campesinos, artesanos, personas que viven del desempeño de uno de tantos oficios; letrados e iletrados, es decir alfabetas y analfabetas, en fin de todas las clases sociales, todos con un mismo objetivo: evitar el coronavirus causante del COVID-19.

Más impresionante aun fue ver llegar a adultos mayores de la 4ª y 5ª edad, es decir de 80 y 90, y de 100 y más años, de pie, aunque caminando despacio o con el apoyo de alguna andadera o de una silla de ruedas. Saber también que miles de ellos soportaron las inclemencias del tiempo en algunas ciudades como la nuestra. A pesar de las horas transcurridas en las largas filas aguantaron con firmeza y una vez vacunados salieron con una sonrisa de satisfacción y la plena confianza de haber cumplido con un acto que les permite, con razón, prevenir una infección viral que ha causado ya más de tres millones de víctimas mortales en el mundo y más de 213,000 en México.

En la capital del país, ejemplo o modelo a seguir, hasta porras fueron organizadas de súbito por los vacunados para agradecer la amabilidad de los recursos humanos que los atendieron desde que llegaron a los centros de vacunación; y efectivamente, con sorpresa pudimos observar que el trato recibido fue magnífico, con la organización de actividades físicas, el entretenimiento con música de por medio y la atención que se les ofreció a las personas con alguna dificultad para deambular.

¡Cuán grande es el deseo de vivir de los adultos mayores! y el amor con el que estos son cobijados por sus familiares, quienes los han apoyado al formarse en las filas y quedarse por ellos toda la noche o por horas durante el día, para “guardarles” un lugar y en su caso, acompañarlos con su silla de ruedas. Es cierto que la mayoría de quienes recibimos las dos dosis no estamos sanos, pues por lo menos padecemos una enfermedad crónico degenerativa y no pocos asistieron a los módulos de vacunación con varias comorbilidades. Por ahora, evitamos el COVID-19 y nos tranquiliza no ser huéspedes de un hospital o sufrir las secuelas de ese mal. Es de desear a todos los vacunados una vejez con la mejor calidad de vida posible en lo que les resta de existencia. Creo que la hemos librado por ahora.

1 comentario:

  1. Conmovida me quedo por tu narrativa mi querido hermano "Mike", como te digo siempre de cariño y no por gusto del idioma inglés,sino porque me nace de corazón decirte asi. Siento un gran respeto por la vida de cada uno de los(as) adultos (as) mayores, voy a decir con mucho cariño, nuestros abuelos y abuelas que aman tanto la vida, que aún no están dispuestos a dejarla ni a vivirla contagiados con un virus letal. Honra a cada uno(a), a los que están y a las (os) que han partido.

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