Obras para beneficio de la salud, solo promesas

 La actual situación epidemiológica que vive nuestro país nos ha demostrado la trascendencia de mantenernos sanos, la importancia de la salud por sobre todos los derechos que tenemos los seres humanos. Una y otra vez he escuchado desde mi niñez que la mayor riqueza que tenemos es la salud, que no hay fortuna en el mundo que pueda garantizar que una determinada persona se mantenga con vida y además saludable de manera permanente y prolongada, por lo menos el promedio de edad según la esperanza de vida vigente en el año 2020, que fue de 75.23 años. Ejemplos hay muchos de reconocidos personajes cuya excesiva riqueza no impidió su muerte prematura. Recuerdo, entre otros, el de Steve Paul Jobs, empresario estadounidense, cofundador y presidente ejecutivo de Apple, líder en el sector informático y máximo accionista individual de The Walt Disney Company, quien falleció a causa de un agresivo cáncer de páncreas a los 56 años de edad.

También no olvido la tragedia que vivió una reconocida familia, la del famoso magnate griego de la industria naviera, Aristóteles Onassis, quien en su tiempo se convirtió en el hombre más rico del mundo y murió a los 69 años víctima de una neumonía; lo trágico para este multimillonario fue que su hijo, Alexander, heredero de su gran fortuna, falleciera a sus 24 años, víctima de un accidente aéreo en el aeropuerto de Atenas, Grecia; llegó vivo a un hospital pero falleció a consecuencia de una hemorragia cerebral; todavía más, Cristina, la otra hija de Aristóteles, heredera también de este último, murió joven e infeliz a los 37 años, tras vivir una crónica depresión, como consecuencia de un infarto cardiaco causado por un edema agudo de pulmón. La misma viuda del ex presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy, casada en segundas nupcias con Aristóteles Onassis, falleció a los 64 años por los efectos de un severo linfoma. Bueno, podría escribir un libro con el resumen de cada una de las historias de vida de quienes en su época gozaron de enorme riqueza, pero murieron pronto; no hubo para ellos ningún adelanto médico que les salvara la vida.

Hoy, pareciera que la humanidad ha comprendido, una vez más, que no hay nada que tenga más valor que el gozar de cabal salud. Si embargo, en los hechos eso no es así para quienes tienen en sus manos el destino de millones de seres humanos, me refiero a los gobernantes de un país, de una entidad federativa o de un municipio, como es el caso de México, para los que la salud de la población ocupa un lugar secundario entre sus prioridades. Qué mejor ejemplo que nuestra propia capital estatal y los municipios que integran la llamada área conurbada de aquella. Destacan, entre los grandes pendientes de obra física en materia de salud comunitaria la que garantice, a lo largo de la presente centuria, la disposición de agua potable para una población que rebasa el medio millón de habitantes; el sistema de tratamiento y reciclaje de las aguas negras que conduce una red de drenaje caduco, obsoleto, que requiere, no solo de acciones planificadas de conservación y mantenimiento; el funcionamiento de una planta de manejo de los residuos sólidos urbanos, es decir, de toda clase de desechos orgánicos e inorgánicos, que sustituya el actual “relleno sanitario” que se localiza en terrenos del municipio de Zaachila; la construcción, equipamiento y funcionamiento de un rastro Tipo Inspección Federal, dedicado al sacrificio de animales, proceso de envasado, empacado, refrigerado o industrializado; la reposición total de la llamada Central de Abasto y obras complementarias en su periferia; desazolve y modernización de todo el trayecto del Río Atoyac a su paso por los Valles Centrales y en materia de atención médica sanitario-asistencial: la construcción de un hospital general con un promedio no menor a 200 camas, que beneficie a la población que no goza de la seguridad social, que venga a sustituir al que se pretendía utilizar en terrenos del municipio de San Bartolo Coyotepec y que ahora es un nosocomio para la atención de los derechohabientes del ISSSTE. En realidad, todos esos proyectos de obra han sido solo promesas. De ahí nuestro subdesarrollo.

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