Apocalipsis


Según la Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988, siete ángeles, que son merecedores de otras tantas trompetas, las harán sonar una a una, y en cada tiempo entre una y otra ocurrirá una ola de catástrofes en la Tierra, las que finalmente determinarán quiénes serán acogidos por Dios y quiénes se enfrentarán a su gran cólera. Todo ello está contenido en varios versículos en el último libro de la Biblia, en el Nuevo Testamento, en el que a manera de profecías se mencionan las llamadas trompetas apocalípticas y simboliza el Plan de Dios y su proyecto de vida para la humanidad. Al parecer, y es muy obvio, el Nuevo Testamento, que “refleja una Palabra viva y liberadora”, no fue del todo comprendida por los judíos y los cristianos creyentes de esa época. (Ecured.cu/Las-siete-trompetas).

Desde niños, mis hermanos y yo, veíamos muy lejano el año 2000, parteaguas para el inicio de una nueva centuria y un nuevo milenio. Me refiero casi a la mitad del siglo XX y hacíamos inocentes cuentas de la edad que tendríamos cada uno para entonces. En lo personal frisaría los 52 años, en plena madurez de la vida y todos estábamos en la creencia, muy lógica por cierto, de que nadie permanecería en el nido paterno y que estaríamos integrados a nuestra propia familia nuclear. Prácticamente así sucedió y el último día de diciembre de 1999 nos reunimos los 10 hermanos con nuestros padres, que aún vivían, para festejar con un gran jolgorio y riquísima cena, la llegada del tan esperado año 2000. Nos acompañaron nuestros hijos y nietos de la hermana que me sigue cronológicamente. Éramos una gran familia esa noche. De eso han pasado más de 20 años y ¡cuántas cosas han ocurrido en ese lapso tan corto del tiempo!

En lo personal, ya tenía conocimiento del Apocalipsis de San Juan, también conocido como el libro de las Revelaciones, de carácter exclusivamente profético y sé que dicho texto ha sido objeto de múltiples investigaciones e interpretaciones, y ha estado sujeto al debate y a la confrontación entre los estudiosos en la materia, y conforme pasan los años más coincido en que la humanidad hemos entrado en una vorágine que parece que nadie la puede o la quiere detener, como es el caso de los compromisos contraídos por las naciones en el llamado Acuerdo de París, que tiene como objetivo evitar que el incremento de la temperatura media global del planeta supere los 2º C respecto a los niveles preindustriales y pretende, además, promover esfuerzos adicionales que permitan que el calentamiento global de la Tierra no supere los 1.5º C. El cambio climático ya lo estamos viviendo y lo sufrimos, y todo parece que no vamos a cumplir la meta con las terroríficas consecuencias que nos han sido anunciadas por los expertos.

La sobrepoblación mundial, de 7,912 millones de seres humanos a esta fecha, es una causa insoslayable de todo lo que podemos encontrar en un cocktail que podría interpretarse como la tormenta perfecta para envolvernos en una de las más terribles crisis que hayamos vivido desde mediados del siglo pasado. Díganlo si no, estimados lectores: enormes corrientes de migrantes en casi todos los continentes, situaciones de guerra, violencia e inseguridad al más elevado nivel, pobreza y pobreza extrema, hambruna, desempleo, crack económico, y la pandemia de la Covid-19 cuyas “olas” no cesan de causar millones de víctimas mortales. Si a esto le sumamos los efectos devastadores de los desastres naturales, cada vez más violentos, como el resultado de los fenómenos hidrometeorológicos y de los terremotos, y extensas zonas de sequía, pareciera que las profecías Bíblicas se están cumpliendo ya.

Aquellos niños que veíamos tan lejos la proximidad del año 2,000, creíamos, que a partir de entonces, la población del mundo gozaría de un largo y permanente periodo de prosperidad y de paz, y que estas serían la resultante de los avances de la civilización humana. ¡Cuán equivocados estábamos! Hoy, desde nuestra trinchera pareciera que la lucha por sobrevivir será más difícil cada día, con la esperanza de que la profecía apocalíptica simplemente no ocurra en nuestro tiempo o se tarde lo más que se pueda.

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