Pérdida del empleo casi en fin de año

Era casi el fin de un año más durante la gestión del Dr. Rafael Aragón Kuri, titular de los Servicios de Salud de Oaxaca, cuando llamó a mi extensión telefónica; entonces me desempeñaba como subdirector de Seguimiento y Evaluación de esa dependencia y a solicitud del propio Dr. Aragón también lo apoyaba como asesor para la atención de diversos asuntos. En un santiamén ya estaba conversando con él. “Oye Migue <así me trataba con la mayor confianza por la amistad que había entre ambos> fíjate que necesito que te pongas de acuerdo con el Secretario Técnico para que resuelvan un asunto delicado que tiene carácter de urgente, él te dirá de qué se trata y cómo lo van a sacar adelante. Por favor, te pido que vayas ipso facto a su oficina”. Sin más, ya estaba con este último para escucharlo y ponernos de inmediato “manos a la obra”. ¿De qué se trata, le pregunté?

En pocas palabras me explicó que de una lista de varios centenares de trabajadores que gozaban de una compensación o estímulo económico, independientemente de su salario, el trabajo a desarrollar entre ambos era el de cancelar ese apoyo a un determinado número de elementos, debido a que no había recursos del presupuesto a esas alturas para seguir sufragando ese gasto. ¿En base a qué se va a realizar ese ajuste? ¿Cómo vamos a determinar a quién sí y a quién no? ¿Existe alguna evaluación de cada uno de los trabajadores que permita determinar nuestra decisión? ¡No!, me dijo un tanto cuanto desconcertado, solamente se trata de escoger al azar, pues incluso yo no conozco a la mayoría de los que están en las listas. “No me diga eso licenciado, pero permítame algunas hojas para que en mi oficina trate de saber quiénes son y luego le informo”. Efectivamente eso hice y no tardé mucho en retornar con él.

Puse las hojas sobre su escritorio y de plano le expresé mi negativa para apoyarlo. “Yo tampoco conozco a los que ahí aparecen y no me parece justo ni ético hacer eso; además va en contra de mis principios y valores. Discúlpeme, pero creo que no soy el indicado para ese trabajito”. Muy apenado por mi respuesta también me señaló que no estaba de acuerdo con el procedimiento, pero era una orden superior y alguien tenía que hacerlo. Enseguida, tomando mis hojas se puso de pie para decirme que no me preocupara, que me comprendía y que ya estaba pensando en quién de su equipo lo ayudaría. Así fue.

Al otro día me presenté con el Dr. Aragón Kuri para explicarle mi negativa y comprendiera que no se trataba de un acto de indisciplina. Estuvo totalmente de acuerdo en la posición que yo asumí y me aseguró también que era inevitable ese ejercicio, pues no podía informar al más alto nivel que no se podía cumplir con esa indicación. El caso es que un significativo número de trabajadores vio mermados sus ingresos ese fin de año y seguramente para el siguiente. Entonces, me acordé de mi Padre, al que escuché decir, cuando había recortes de trabajadores en alguna empresa privada o en la administración pública: “¡Qué terrible es quedarse sin empleo y peor en fin de año!” “¿Qué será de esas familias que van a padecer hambre?”

En esa ocasión no se privó a nadie de su empleo, solo fue un “fuerte pellizco” en la economía de los afectados. Lo peor es quedarse sin él, pues el empleo forma parte de los determinantes o condicionantes de la salud. Poseerlo, y más cuando el trabajador tiene la responsabilidad de mantener a su familia, representa la oportunidad de por lo menos disponer de lo básico para una sana existencia. Es, ni más ni menos que la columna o el ancla de la cual se sostienen y se hacen realidad los derechos universales a la salud, a la educación, a la alimentación, a una vivienda digna, entre otros. Su pérdida representa una catástrofe, más aun cuando una sociedad se encuentra en etapa de crisis económica como sucede actualmente y eso hace casi imposible volver a emplearse y obtener un salario permanente. Lamentablemente una de las promesas y compromisos de quienes ejercen el poder tiene que ver con la creación de empleos, pero cuando ocurren actos de despido no justificado sin que tenga culpa alguna el trabajador, esa acción resulta ser contrastante y nada justa. La realidad resulta ser muy cruel.

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