VIH-SIDA y COVID 19
La irrupción de la pandemia de COVID-19 a principios del 2020 por el virus SARS-CoV-2, determinó que otras entidades nosológicas como el VIH/Sida pasaran “a segundo término” desde entonces y hasta la fecha, debido a que las baterías de la atención médica en todo el mundo se enfocaron a la detección, atención y control del peor desafío que en materia de salud pública ha enfrentado la humanidad en el último siglo. No se olvidó del todo al VIH/Sida, pues entre el alud de estudios de investigación que se generaron en el bienio 2020-2021 se estableció que quienes viven con el VIH padecen cuadros de suma gravedad y presentan mayores comorbilidades por COVID-19 que las personas que no viven con VIH, pero a pesar de ello, es muy preocupante que a mediados del 2021 la mayoría de los individuos que vivían con este último no tenían acceso aun a las vacunas contra el COVID-19.
Al respecto, investigaciones en Inglaterra y Sudáfrica revelaron que el riesgo de morir por COVID-19 entre las personas con VIH es el doble que el de la población general. Más grave aún es que en el África subsahariana, donde viven dos tercios (67%) de las personas infectadas por el VIH, no disponen de suficiencia de vacunas anti-COVID-19 para su protección; hasta julio del 2021 menos del 3% de la población del continente africano había recibido al menos una dosis de algún tipo de biológico. Y lo que todavía es peor, los confinamientos y diversas restricciones aplicadas por los gobiernos de casi todo el planeta, a raíz de la COVID-19, interrumpieron las pruebas del VIH a la vez que provocaron fuertes caídas en los diagnósticos y canalizaciones de los pacientes para su tratamiento contra el VIH. Prueba de ello es que el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo, informó que según datos concentrados de 32 naciones africanas y asiáticas, las pruebas del VIH descendieron en un 41% y las remisiones para diagnóstico y tratamiento oportuno disminuyeron en un 37% en los primeros confinamientos por COVID-19 en el 2020, en comparación con el mismo periodo del 2019.
Ante esta situación, la OMS hizo un llamado el pasado 1º de diciembre a tomar medidas urgentes para mantener los servicios esenciales de prevención y atención al VIH, en respuesta a lo que la pandemia por COVID-19 haya podido causar en cada país y aprovechar las lecciones aprendidas ante esta última, como la implementación de la dispensación de medicamentos para varios meses, la auto-prueba para VIH y el empleo de la telemedicina, acciones que han demostrado que son estrategias efectivas para su incorporación de manera rutinaria. Por cierto el lema del Día Mundial del Sida 2021 fue: “Pon fin a las desigualdades. Pon fin al Sida. Pon fin a las pandemias”, con el objetivo de la campaña conjunta de OPS/OMS y ONUSIDA basado en ese lema, de comunicar la importancia del acceso equitativo a servicios de salud y el fortalecimiento de las acciones en el primer nivel de atención, en especial la prevención combinada del VIH y servicios de tratamiento, además de la promoción del trabajo con las comunidades para alcanzar a las personas más vulnerables al VIH y otras pandemias.
No olvidar que la meta es la eliminación del Sida para el año 2030, pero las actuales estadísticas y los efectos colaterales de pandemias como la del COVID-19, nos hacen pronosticar su difícil cumplimiento. Ojalá sea posible. Los siguientes datos nos dan una idea de la magnitud de esa verdadera proeza: 37.7 millones de personas vivían con el VIH en el 2020 en todo el mundo (53% mujeres y niñas; 36 millones de adultos y 1.7 millones de niños hasta los 14 años); 28.2 millones de ellos tenían acceso a la terapia antirretroviral (74.8%); 1.5 millones adquirieron la infección en ese año; 680,000 fallecieron a causa de enfermedades relacionadas con el Sida y 6.1 millones no sabían que estaban viviendo con el VIH. Finalmente, el riesgo de contraer el VIH es 35 veces mayor entre las personas que se inyectan drogas, 34 veces mayor para las mujeres transgénero, 26 veces mayor para los/las trabajadores/as sexuales y 25 mayor entre los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. La vacuna contra el VIH es todavía un pendiente de la ciencia médica.
Al respecto, investigaciones en Inglaterra y Sudáfrica revelaron que el riesgo de morir por COVID-19 entre las personas con VIH es el doble que el de la población general. Más grave aún es que en el África subsahariana, donde viven dos tercios (67%) de las personas infectadas por el VIH, no disponen de suficiencia de vacunas anti-COVID-19 para su protección; hasta julio del 2021 menos del 3% de la población del continente africano había recibido al menos una dosis de algún tipo de biológico. Y lo que todavía es peor, los confinamientos y diversas restricciones aplicadas por los gobiernos de casi todo el planeta, a raíz de la COVID-19, interrumpieron las pruebas del VIH a la vez que provocaron fuertes caídas en los diagnósticos y canalizaciones de los pacientes para su tratamiento contra el VIH. Prueba de ello es que el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo, informó que según datos concentrados de 32 naciones africanas y asiáticas, las pruebas del VIH descendieron en un 41% y las remisiones para diagnóstico y tratamiento oportuno disminuyeron en un 37% en los primeros confinamientos por COVID-19 en el 2020, en comparación con el mismo periodo del 2019.
Ante esta situación, la OMS hizo un llamado el pasado 1º de diciembre a tomar medidas urgentes para mantener los servicios esenciales de prevención y atención al VIH, en respuesta a lo que la pandemia por COVID-19 haya podido causar en cada país y aprovechar las lecciones aprendidas ante esta última, como la implementación de la dispensación de medicamentos para varios meses, la auto-prueba para VIH y el empleo de la telemedicina, acciones que han demostrado que son estrategias efectivas para su incorporación de manera rutinaria. Por cierto el lema del Día Mundial del Sida 2021 fue: “Pon fin a las desigualdades. Pon fin al Sida. Pon fin a las pandemias”, con el objetivo de la campaña conjunta de OPS/OMS y ONUSIDA basado en ese lema, de comunicar la importancia del acceso equitativo a servicios de salud y el fortalecimiento de las acciones en el primer nivel de atención, en especial la prevención combinada del VIH y servicios de tratamiento, además de la promoción del trabajo con las comunidades para alcanzar a las personas más vulnerables al VIH y otras pandemias.
No olvidar que la meta es la eliminación del Sida para el año 2030, pero las actuales estadísticas y los efectos colaterales de pandemias como la del COVID-19, nos hacen pronosticar su difícil cumplimiento. Ojalá sea posible. Los siguientes datos nos dan una idea de la magnitud de esa verdadera proeza: 37.7 millones de personas vivían con el VIH en el 2020 en todo el mundo (53% mujeres y niñas; 36 millones de adultos y 1.7 millones de niños hasta los 14 años); 28.2 millones de ellos tenían acceso a la terapia antirretroviral (74.8%); 1.5 millones adquirieron la infección en ese año; 680,000 fallecieron a causa de enfermedades relacionadas con el Sida y 6.1 millones no sabían que estaban viviendo con el VIH. Finalmente, el riesgo de contraer el VIH es 35 veces mayor entre las personas que se inyectan drogas, 34 veces mayor para las mujeres transgénero, 26 veces mayor para los/las trabajadores/as sexuales y 25 mayor entre los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. La vacuna contra el VIH es todavía un pendiente de la ciencia médica.
No hay comentarios.: