La tormenta perfecta para una muerte precoz

 En uno de mis diarios recorridos en el parque Juárez, más conocido popularmente como El Llano, vi a tres individuos jóvenes sentados en una banca; el de en medio, de complexión obesa fumaba un cigarrillo; no le di importancia y seguí mis pasos, pero ya me llamó la atención que en la siguiente vuelta el joven de obesidad mórbida fumaba un nuevo cigarrillo y los tres tenían en la mano un envase de conocida cerveza; eran cerca de las 7:30 horas de la mañana; ahora sí esa imagen ya me dio que pensar y reflexionar acerca del futuro de esos tres despistados que a temprana hora ingerían bebidas alcohólicas y que uno de ellos, además fumara y estaba muy pasado de peso. Pensé de inmediato que ese hecho era, nada más y nada menos, una “tormenta perfecta” para causar daño a la salud de los tres mozalbetes si lo hacían con frecuencia. Uso esos términos del dominio de la meteorología, como una forma de comparar el tamaño del desastre que se cierne en jóvenes inexpertos, sin información suficiente sobre los buenos hábitos para el autocuidado de la salud, ignorantes de las graves consecuencias que pueden ocurrir cuando concurren la adicción al tabaco, al alcohol y peor aún, en una persona obesa que de por si tiene la amenaza de terminar su vida con un síndrome metabólico en el que concurren la diabetes mellitus, hipertensión arterial, la obesidad y las complicaciones de esas tres entidades nosológicas juntas: cardiopatía, insuficiencia renal, daño al sistema nervioso central y periférico, retinopatía, amputación de una o dos extremidades inferiores, entre otras.

Es verdad que en el hogar los niños y luego adolescentes, deben de recibir de parte de sus padres el conocimiento necesario para gozar de una vida saludable y para evitar, con énfasis en las recomendaciones, los malos hábitos como los señalados, pero me temo que las nuevas generaciones de padres de familia pasan por alto esa trascendental enseñanza para la formación de sus hijos, por lo que estos, fuera de su hogar, con total libertad son fácil presa de todo lo negativo que existe en un ambiente malsano, expuestos al mundo de las adicciones, a la ingesta desmesurada de bebidas alcohólicas y al tabaquismo, principalmente. Todo esto lo encuentran con facilidad, llevados o inducidos por malas compañías, en los llamados antros, donde cada fin de semana los comensales son, lo mismo hombres que mujeres, los que no solo bailan y parlotean animadamente en medio del infernal ruido que generalmente se escucha en tales sitios, sino que también son objeto de gente perversa que abusa de la candidez de su adolescencia para introducirlos al mundo de los estupefacientes, como el que está de moda: el llamado “fentanilo”, que no es sino un producto altamente adictivo compuesto de sustancias sumamente tóxicas, además de tener como base química un poco de la materia prima del “veneno” antes señalado, pero que es suficiente, esta última, para llegar a matar a un individuo con una sobredosis; como sucede en los Estados Unidos, donde se estima en más de 100,000 el número de defunciones por fentanilo en el último año. Es precisamente en esos sitios de mala muerte donde nuestros jóvenes son además víctimas de secuestro para pedir por ellos determinadas cantidades por dejarlos en libertad, compromiso que no siempre se cumple pues a pesar de cubrir la cuota solicitada son objeto de asesinato y desaparición; otros son reclutados para que pasen a formar parte de las redes del crimen organizado.

Es preocupante el grado de ignorancia y desinformación en materia de educación médica, sobre todo en cuanto a la adopción de hábitos de vida saludable; quisiéramos ver a nuestros niños y adolescentes llevar una vida sana, con una adecuada alimentación, inmersos en la práctica diaria, constante, del ejercicio físico y en actividades relacionadas con el desarrollo de alguna actividad artística, ávidos irredentos por la buena lectura para ampliar y fortalecer su acervo cultural y que esos mismos jóvenes induzcan a otros para multiplicar valores y principios que permitan generaciones sanas, mejor desarrolladas para garantizar una verdadera evolución de la especie humana en su proceso civilizatorio.

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