¿Dónde está el "cielo"? Dónde está Dios?

 Cuando era un niño que rondaba la primera década de mi vida, un día le pregunté a mi Padre al salir de un templo de nuestra religión: Papá, ¿Dónde está el “cielo”? y ¿Dónde está Dios? Para la primera pregunta mi Padre me señaló con el índice de su mano derecha hacia arriba, dirigiéndose a la atmósfera terrestre y para la segunda solo me dijo “Dios está en todas partes”. Me quedé en ascuas con su última respuesta, porque durante las clases de catecismo como preparación para el solemne acto de la “primera comunión”, incontables veces se nos dijo a todos los niños de mi grupo que Dios estaba en el cielo. Esa frase de “Dios está en todas partes” se me quedó grabada para siempre; como complemento, mi Madre, cada vez que me sancionaba verbalmente por alguna travesura me decía “Dios está viendo todas tus maldades, te observa y te califica para irte al cielo o al infierno”.

Actualmente desconozco la manera como educan religiosamente a sus hijos las nuevas generaciones de padres de familia, lo cierto es que estoy convencido cada vez más, de que los jóvenes están muy separados de cualquier práctica de su religión, particularmente la católica que yo profeso. De alguna manera ha influido el incremento de la escolaridad con el impacto de las evidencias científicas en todas las materias que se imparten a nivel básico y en las llamadas educación media y media superior porque los datos de algunas de ellas contrastan con el dogma bíblico a partir del génesis, de la creación del ser humano, de todos los seres vivos y del universo por un Dios omnipotente.

La juventud actual está informada y vivamente atenta a los avances científicos como el proyecto conjunto entre la NASA, de los Estados Unidos, la Agencia Espacial Europea, y la Agencia Espacial Canadiense,. Se trata del nuevo telescopio James Hubb lanzado con éxito al espacio el 25 de diciembre del 2021, siendo su destino final a 15 millones de kilómetros de nuestro planeta. Dicho telescopio es muy superior al increíble telescopio Hubble liberado el 24 de abril de 1990; si este de por sí representó un extraordinario avance científico en el mundo de la astronomía al mostrarnos imágenes increíbles del universo, el Hubb ha rebasado totalmente lo inimaginable a partir de las primeras tomas que proyectó desde donde se encuentra hasta las instalaciones de la NASA, lo que ha puesto en evidencia la inmensidad del universo. Su enorme potencia ha servido a los científicos para descubrir otros mundos, entre ellos los llamados exoplanetas, el estudio de la evolución de las múltiples galaxias en el tiempo, también para aprender factores sobre el ciclo de las estrellas, así como la creación de la fascinante imagen del llamado “primer amanecer del universo”.

Me pregunto, ¿Cómo pueden seguir sosteniéndose los viejos dogmas del catolicismo y de otras religiones respecto de la creación del universo y del propio ser humano? ¡Qué difícil ha de ser para los ministros del clero católico y de otras religiones, explicar a las nuevas generaciones los conocimientos que nos fueron impartidos cuando éramos niños! Y qué difícil también poder explicarles los impresionantes misterios de la concepción antinatural de la Virgen María y la resurrección de Jesucristo después de su muerte biológica, no aceptable científicamente, dogma que tiene su sólido basamento en un hecho que nos ha sido transmitido generación tras generación desde que, según los evangelios cristianos, un ser divino se levantó de su sepulcro, desapareció su cuerpo físico y les demostró a varios de sus apóstoles las pruebas de su crucifixión, además de expresarles que vendrá un día a juzgar a vivos y muertos, acto al que siguió su desaparición ipso facto hasta nuestros días. Es decir, la resurrección de Jesucristo es lo que ha sostenido, contra viento y marea una religión que data ya con más de 20 siglos de existencia. Y ese misterio, ese milagro, es lo que fortalece la fe de la humanidad de que también resucitaremos para alcanzar, según nuestras obras, la vida eterna en un “reino que no es de este mundo”, como le dijo el propio Jesucristo a Poncio Pilato en su lamentable viacrucis. Es una encrucijada casi imposible de discutir y sí de respetarse mutuamente.

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