En México es una miseria el presupuesto en salud

 En un artículo de Statista del pasado 12 de abril del año en curso, firmado por el experto Erick Antonio Burgueño Salas, con el título: “El gasto público en salud en el mundo”, da a conocer el PIB de los países que destinaron un mayor presupuesto en salud con datos del 2022. En orden decreciente las presenta como sigue: 1. Estados Unidos de América: 16.6%; 2. Alemania: 12.7%; 3. Francia: 12.1%; 4. Japón: 11.5%; 5. Gran Bretaña: 11.3%; 6. España: 10.4%; 7. Argentina: 10.0% y 8. Brasil: 9.8%. Para ese mismo año, según el INEGI, México tuvo un gasto en salud del 5.1%, muy lejos del promedio de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE, por no decir que la cifra es de las más bajas entre una treintena de las principales economías del planeta. Luego entonces ¿Cómo se pretende anunciar pomposamente que nuestro país dispondrá en este mismo año del mejor Sistema Universal Nacional de Salud? Eso es una falacia, una entelequia, una terrible mentira. Ya lo he dicho anteriormente en esta columna. Con esa miseria de gasto en salud para una nación de las proporciones de México, es prácticamente imposible aspirar a que se cumpla semejante meta.

El problema no es de ahora, ha sido de siempre, pues gobiernos federales van y vienen pero no ha habido un estadista con voluntad política que se preocupe realmente por elevar ese gasto, enviando a quienes legislan y establecen el presupuesto anual de la federación una iniciativa de ley en ese sentido. Afortunadamente ha habido quienes han aprobado programas que han beneficiado a millones de mexicanos como los dedicados a la ampliación de la cobertura en los tres niveles de atención, la vacunación infantil, a reducir la morbimortalidad por diarreas y el seguro popular. Pero ahora en estos últimos cinco años y más, se tomaron decisiones equivocadas, conduciéndose por el camino del despilfarro, del derroche, en erogaciones improductivas, innecesarias, resultado de la imprudencia en el gasto, por caprichos, ocurrencias y fantasías de momento.

La reciente pandemia de COVID 19 demostró que tener salud es el bien más preciado de la especie humana. Por ello primero hay que asegurar la salud y luego lo demás. Sin embargo, quienes dicen representarnos aprueban, por lo general otro tipo de gastos, fuera de toda planeación estratégica y de toda lógica, apartados del llamado Plan Nacional de Desarrollo, instrumento sexenal que al parecer solo se crea para cumplirse como un mero trámite político- administrativo. Lo peor del caso es que la mayoría de quienes llegan a la cámara de diputados son un conjunto de personajes desconocidos, sin más mérito que haber sabido colarse en un determinado partido, sin conocimientos, bajo nivel escolar y cultural, sin experiencia en materia de administración, sin haber cumplido con un servicio civil de carrera en los tres órdenes de gobierno. Por esa razón se olvidan que las necesidades básicas de la población tienen que ver con los servicios públicos: introducción de agua potable, suficiencia del vital líquido, tratamiento de las aguas residuales, construcción de escuelas dignas en el nivel básico y conservación y mantenimiento programado de las existentes, recolección y tratamiento de los desechos orgánicos e inorgánicos, introducción de la energía eléctrica donde se requiere todavía, aplicación de un excelente programa en todos los niveles de la educación básica, sin ideologías que confundan y transformen la conciencia de nuestros hijos y, por supuesto la infraestructura y recursos para la salud que permita elevar realmente la cobertura y la calidad de los servicios sanitario asistenciales.

Mientras se siga derrochando el presupuesto en lo innecesario seguiremos manteniéndonos como un país tercermundista, como un Estado fallido, sin un futuro promisorio, como una nación que se dirige hacia el abismo. ¡Qué lastimoso que los presidenciables no destaquen en su discurso el valor de la salud por encima de todas las necesidades de nuestro país! ¡Qué vergonzoso! ¡Qué lejos estamos del México que anhelamos! ¡Hagamos lo que nos corresponde como sociedad organizada: insistamos en un incremento real al gasto en salud!

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